Con este reconocimiento se espera que esta patología, que consiste en una manifestación de estrés laboral crónico, pueda ser abordada de manera más eficiente en el mundo.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) reconoció de manera oficial al burnout, entendido como el “síndrome de estar quemado” o de desgaste profesional, como una enfermedad, tras la ratificación de la revisión número 11 de la Clasificación Estadística Internacional de Enfermedades y Problemas de Salud Conexos (CIE-11), que entró en vigor este año.

Este trastorno ya estaba en una edición anterior del catálogo, pero de una manera más inconcreta, por lo que los expertos consideran que este cambio dará mayor visibilidad al problema, permitiendo su mejor gestión.

El síndrome fue descrito por el psiquiatra Herbert Freudenberger en la década de los 70 en el libro “Burnout: The High Cost of High Achievement» (Burnout: El alto costo de los grandes logros”), y, casi cinco décadas después, este concepto ha vuelto a surgir con fuerza en medio de la crisis sanitaria provocada por el covid-19.

El académico de la Facultad de Psicología de la Universidad San Sebastián (USS), Pablo Mardones, explica que esta patología es un estado de desgaste que se caracteriza por la sensación de fatiga crónica a un nivel extremo. “Puede llevar a la aparición de problemas afectivos, preocupación constante, cuadros de ansiedad y, desde el punto de vista cognitivo, pueden aparecer déficits de memoria, atención y concentración. Además, se produce una disminución en el desempeño de las personas”, advierte.

Para entenderlo mejor, el especialista señala que se puede considerar como “una experiencia extrema del estrés que va acompañada de agotamiento, inefectividad y percepción o falta de logro de las personas en el trabajo y, en ese sentido, podría ser descrito como una especie de depresión por estrés”.

En ese contexto, las estrategias preventivas son la base para frenar el burnout, ya que este es el último eslabón de una cadena precedida por cuadros de estrés, ansiedad y desmotivación que manifiestan tempranamente los trabajadores.

Gabriel Araya, académico de Kinesiología y especialista en salud laboral de la misma casa de estudios, manifiesta que el diálogo en el trabajo es fundamental y que organismos como los comités paritarios de higiene y seguridad cumplen un rol importante.
“Estos grupos levantan problemáticas del trabajo y facilitan espacios para poner a conversar a los trabajadores con los empleadores. Gracias a esto, es posible identificar quiénes están propensos a burnout y deslizar estrategias para poder solucionarlas”, afirma.

El experto también comenta que existe un protocolo ministerial de identificación de riesgos psicosociales, que tiene ‘como objetivo identificar estos cuadros. “Esta herramienta es vital y su aplicación debe estar presente en los espacios laborales, no obstante, siempre es bueno destacar que el autocuidado debe ser un aliado a la hora de velar por la salud laboral. Si no te cuidas, te quemas y desmotivas, y si esto ocurre a gran escala, se corre el riesgo de afectar negativamente tus relaciones más allá del contexto del trabajo”, indica.

En este contexto, el Dr. Julio Lavarello, académico del Magíster en Gestión de Personas y Eficiencia Organizacional USS, agrega que la tecnología puede ser de gran ayuda para obtener datos que colaboren con el desarrollo de programas que mantengan a raya el estrés en distintos tipos de organizaciones. «Existen sistemas de control de fatiga, por ejemplo, que permiten a las jefaturas contar con datos sobre las horas trabajadas, los sistemas de turnos o cómo está el estado de alerta de un trabajador para poder actuar a tiempo y que este no llegue a tener un problema de salud o accidente como consecuencia del agotamiento”, concluye el especialista.

Fuente: El Mercurio