El olfato es el sentido que nos permite identificar los olores y diferenciar entre diferentes gamas de estos.

Las mezclas complejas de compuestos químicos que estimulan los receptores de la cavidad nasal se denominan sustancias odorizantes y las sensaciones que podemos percibir son los olores. Muchos odorizantes asociados a restos orgánicos biológicos son compuestos volátiles provenientes de la degradación bacteriana de proteínas, grasas y carbohidratos. Los gases inorgánicos reactivos también son considerados sustancias odorizantes importantes que pueden ser emitidos en estos restos orgánicos biológicos, entre ellos amoniaco y sulfuros.

La Organización Mundial de la Salud describe que históricamente los olores son elementos perturbadores de la salud humana, entendida esta última en el sentido amplio del «completo bienestar físico, mental y social y no solamente la ausencia de afecciones y enfermedades».

En relación con esta definición global de salud, los procesos productivos en diferentes industrias pueden traer consigo la emanación de olores que no necesariamente producen un daño crónico sobre esta, pero sí generan situaciones molestas que pueden llevar a un deterioro en las condiciones de trabajo y en la calidad de vida.

INdustrias

Si bien los malestares inespecíficos descritos en el ser humano al estar expuesto a olores no se pueden relacionar directamente con un agente químico específico, sino a niveles elevados y repetitivos, se describe sintomatología, principalmente respiratoria, como también cambio en los hábitos diarios, el humor, malestar general y aumento de los niveles de estrés.

Esta emanación de olores se puede observar en industrias donde hay un proceso productivo animal (plantas de crianza, engorda y faenadoras), procesamiento de harina de pescado (pesqueras) y curtiembres. También se observan en las fábricas de celulosa y en el manejo de residuos sólidos y de aguas servidas.

Tipos de síntomas

Los malos olores ambientales pueden producir diferentes tipos de síntomas:

1 Los relacionados con la exposición de odorizantes que produzcan irritación.

2 Los que tienen relación con las concentraciones del odorizante a niveles no tóxicos, que desencadenan malos olores per se y cuya sintomatología también es inespecífica.

3 Los asociados a la exposición de mezcla de odorizante con un co-contaminante, es decir, la partícula que produce mal olor viaja a otra sustancia química dañina para nuestra salud e ingresa por la respiración a nuestro organismo. Por ejemplo: en la presencia de bacterias en suspensión que emanan de áreas donde se hallan restos orgánicos biológicos.

La reglamentación para controlar los malos olores se ha convertido recién en una realidad. En Chile existe la Ley 19.300 sobre bases Generales del Medio Ambiente, que además describe instrumentos para gestionar la contaminación, normas de calidad, emisión, planes de prevención y descontaminación.

La prevención es fundamental. Se debe crear conciencia, educar y evaluar la mitigación del riesgo. Cada empresa debe conocer las zonas críticas que producen los malos olores, su impacto ambiental y llevar a cabo las acciones necesarias para aminorar los efectos indeseados. Esto llevará a tener un mejor estado de salud de los trabajadores, como también una convivencia armónica con sus poblaciones aledañas, lo que finalmente también tendrá una implicancia directa en la productividad.

 

Columna de BERNARDITA CUBILLOS, médico jefe del Departamento de Medicina Ocupacional del Hospital del Trabajador.

 

Fuente: El Mercurio