En las urgencias de los hospitales públicos chilenos, los pacientes deben sortear dos vallas: que las enfermeras los clasifiquen según la gravedad de sus afecciones y que, una vez superada la sala de espera, los enfermos que requieran una cama dentro del centro asistencial encuentren una disponible.

Y si bien es conocido que en ocasiones los pacientes deben enfrentar largas esperas para ser atendidos, pocos saben que superado ese escollo aún les pueden aguardar más horas antes de llegar a la cama.

Y uno de cada cinco pacientes en esa condición tuvieron que esperar más de doce horas antes de conseguir un cupo dentro de los hospitales públicos entre enero y septiembre de 2015, según los indicadores de gestión de la Subsecretaría de Redes Asistenciales del Ministerio de Salud, de la que depende el funcionamiento de estos recintos.

La autoridad mide así la capacidad de gestión que tienen los hospitales para resolver la necesidad de camas que surgen desde sus unidades de emergencia, y los resultados muestran que, a nivel nacional, un 78,9% de la población pudo ser ubicada en una cama hospitalaria dentro de las primeras doce horas desde que se dio la indicación médica de internarlo. El 21,2% restante, en cambio, vio extendido ese plazo, no se sabe cuánto, porque no existe registro de ese dato.

Temuco lidera

Al revisar las cifras a nivel de servicios de salud, el de Araucanía Sur, cuyo principal recinto es el Hospital Regional Hernán Henríquez Aravena de Temuco, es el que tiene mayores problemas en el ingreso de pacientes. Según el cálculo de la autoridad, presentado ante el Congreso, allí la mitad de los pacientes (54,8%) tuvo más de doce horas de espera desde que el médico ordenó hospitalizarlo.

Le sigue de cerca el Servicio Metropolitano Sur Oriente -su hospital base es el Sótero del Río, en Puente Alto-, donde el 37,7% de los pacientes estuvo en la misma situación.

Distinta es la realidad de servicios como los de Aconcagua y Arauco, que pudieron resolver la asignación del 100% de las camas de sus pacientes en un plazo menor a las 12 horas.

Según Patricia Navarrete, jefa del departamento de gestión de procesos clínicos integrados de la Subsecretaría de Redes Asistenciales, el propósito de medir el tiempo que transcurre entre que se da la indicación de hospitalización y se consigue efectivamente una cama es «ponerle tensión al sistema en la oportunidad de la atención. Por eso instalamos este indicador, que dimensiona la gestión a nivel local y nos permite identificar dónde aplicar mejoras».

Navarrete destaca lo ocurrido con el servicio Sur Oriente, que en 2014 mostraba demoras muy superiores, con el 53,3% de sus pacientes esperando más de 12 horas. «Han hecho sus mejores esfuerzos», asegura.

Plantea, además, que quien espera por una cama dentro de una unidad de emergencia no está desprovisto de cuidados. «El que espere en urgencia no significa que el paciente esté desprovisto de atención, siempre va a estar vigilado, no va a estar en peligro», afirma.

Con todo, admite que la instalación de esta medición ha hecho evidente la falta de infraestructura de salud que permita dar respuesta rápida en zonas como las mencionadas.

Pero desde el Colegio Médico, su presidente, Enrique Paris, expone otras causas. La primera, referida a la falta de camas. «Desgraciadamente, uno de los factores que incide es la falta de camas: tenemos 2,1 o 2,2 camas (por cada mil habitantes), mientras el estándar OCDE es de 4», explica. «Las derivaciones (hacia las urgencias hospitalarias) son tardías o innecesarias, porque se podrían resolver en la atención primaria», añade.

El médico pediatra añade otro factor a considerar: la falta de especialistas en urgencias. «Muchos de los cargos en estos servicios son ocupados por médicos generales, quienes se demoran más en tomar las decisiones y por eso los pacientes deben esperar más». Sobre el punto, agrega que «hemos propiciado la creación de la especialidad de ‘médico urgenciólogo’ en las universidades».

Y sobre el futuro, advierte: «Los adultos mayores tienen tiempos promedio de hospitalización que son tres veces los de un adulto o un joven, por lo que la solución también pasa por aumentar definitivamente el número de camas».

 

Fuente: El Mercurio