Ex SVS indica que la propuesta del Gobierno no es funcional a los consensos logrados en la «Comisión Meller» de la que formó parte. Advierte que proyecto no es pro empleo y podría afectar la dinámica del mercado laboral.
Por Juan Pablo Palacios.
Pese a que en los últimos meses ha estado más enfocado en los temas regulatorios vinculados al mercado financiero tras su paso como superintendente de Valores y Seguros (SVS), Fernando Coloma posee una amplia experiencia como investigador del mercado laboral. Este economista y académico de la Universidad Católica fue miembro del Consejo de Trabajo y Equidad que presidió Patricio Meller y haciendo mención a los consensos logrados en dicha instancia, plantea sus reparos al actual proyecto de Reforma Laboral. Coloma participará mañana en el seminario “Reforma laboral: ¿cómo beneficia a los trabajadores?”, organizado por el Centro de Política Públicas de la UC, donde también intervendrán el subsecretario del Trabajo, Francisco Díaz, y los abogados Zarko Luksic y Francisco Tapia.
¿Cómo ve el diagnóstico del mensaje de la Reforma Laboral, concuerda en que hay que nivelar la cancha y la conflictividad extrainstitucional?
Hay algunos elementos de este mensaje en los que uno siempre está de acuerdo, pero en la forma de aterrizarlos tengo discrepancias. Los desafíos están en crear un país con muchas oportunidades de empleo, con mejores salarios, con más capacitación. El problema es que el aterrizaje a algunas cosas puede ser disfuncional contra el propósito que muchos tenemos. Yo participé en el Consejo Trabajo y Equidad convocado por la propia Presidenta Bachelet en su primer mandato, donde más allá de las diferencias de puntos de vista en algunos temas, había un eje central plenamente compartido, que fue resumido por el presidente del Consejo Patricio Meller cuando entregó el informe. En esa ocasión señaló que los tres principios que orientaban las propuestas del Consejo para aumentar la equidad eran: pro empleabilidad y pro empleo; pro capacitación y pro productividad; y pro meritocracia. Entonces cuando uno mira el énfasis dominante en el proyecto se da cuenta de que mucho de lo que se propone no son muy funcionales a los objetivos que unánimemente fueron compartidos en el Consejo. Sin perjuicio de lo anterior, es cierto que al interior hubo una postura minoritaria que estuvo en línea con lo que hoy está en el proyecto.
Alguien puede decir que los demás temas se van a tratar en otros proyectos, pero se ha perdido la oportunidad de poner en el centro de la discusión los temas de empleo, capacitación y productividad, que son los realmente medulares.
Sin embargo, la Encuesta “Percepciones sobre Relaciones Laborales y Equidad” que realizó esta Comisión arrojó que el 80% de trabajadores (en empresas con y sin sindicato) cree que los sindicatos son importantes para un trato laboral justo.
Más allá de dejar en claro que en esa misma encuesta se señalaba que un número no menor de trabajadores no tenía interés en afiliarse a un sindicato y de que más del 80% de los trabajadores declaraba tener una buena relación con su jefe directo, yo estoy convencido de que el sindicato es una muy buena instancia para negociar y que si lo hace bien y representa adecuadamente a sus trabajadores tendrá toda la legitimidad para que se adscriban a él libremente. Pero al mismo tiempo, no me parece que se establezca una cierta obligación implícita a sindicalizarse, que ocurriría si se establece el concepto de titularidad sindical, en concomitancia con disposiciones como que la extensión de beneficios a no sindicalizados dependerá, al final de la voluntad del sindicato que negocia, y en que los no sindicalizados están impedidos de negociar colectivamente cuando existe sindicato.
¿Entonces la ve como una reforma pro sindical, más que pro estabilidad laboral?
Esta reforma no es pro empleo y uno podría esperar que estas cosas afecten la dinámica del mercado de trabajo, en la medida que se vayan cerrando espacios para negociaciones más técnicas con aumentos salariales no respaldados por crecimiento de productividad. Eso en definitiva va a ir afectando el empleo en una secuencia de mediano y largo plazo. En términos de tecnología hay grados de sustitución que no son menores en algunos casos, entonces si la señal se da en una determinada dirección no queda duda de que se va a incentivar una sustitución a favor de bienes de capital, o sea será menos intensivo en trabajo. Eso va a afectar la capacidad de generación de empleo y el dinamismo salarial, es un tema que debe preocupar.
¿Cree que la Reforma Laboral está capturada por grupos de presión como la CUT?
Desgraciadamente los hechos llevan a pensar eso. Cómo uno explica que un grupo del más diverso origen académico, político, sindical y ex autoridades que fueron convocados por la Presidenta, llegaron a consensos claros en determinadas materias, y lo que hoy se está proponiendo corresponde a la postura del grupo claramente minoritario.
¿Los pactos de adaptabilidad es lo más positivo del proyecto?
Creo que sí, y en eso había una mayoría (en la comisión Meller) que estaba de acuerdo, aunque teníamos diferencias en el mecanismo si era a través de sindicatos o de grupos negociadores. Yo preferiría negociar la adaptabilidad de distintas maneras, en las empresas en que no hay sindicato se puede hacer a través de los grupos negociadores. No entiendo por qué se le ponen cortapisas y quórum, cuando en el fondo si los trabajadores no se ven beneficiados no aceptan la propuesta.
¿Comparte introducir el fin del reemplazo en huelga?
Creo que hay una mirada muy incompleta de la situación. Todas estas regulaciones hay que mirarlas integradamente porque el poder negociador no lo constituye una sola regulación, sino que es un paquete en conjunto con las realidades de mercado. En Chile tenemos hoy una huelga que está regulada de una determinada manera, con una posibilidad de reemplazo condicionada, pero además dentro de un esquema donde el despido tiene un costo especial, que son las indemnizaciones por años de servicio.
¿Es partidario de mantener el actual esquema de reemplazo?
En la perspectiva de mayor estabilidad para el mercado del trabajo, mantendría el reemplazo (en hulega) en los términos en que está ahora. Creo que está balanceado, hay indemnizaciones por despidos que disciplinan y son importantes en el poder negociador final. Eso sí, uno podría buscar fórmulas de bajarlas un poco, de vincularlas con el seguro de desempleo, porque las indemnizaciones también crean sus problemas como mercados menos dinámicos, afecta la generación de empleo, la duración del desempleo, inhibe ajustes eficientes en productividad, inhibe contratos indefinidos, etc. Hay que tener presente que en otros países hay reemplazo y hay empresas que en la práctica no pueden reemplazar porque tiene un costo importante; hay gente que no conoce el oficio y es riesgoso. Creo que paralizar la empresa en un mundo tan competitivo como el actual es complejo, y con toda la interpretación final que se haga de los servicios mínimos, no se sabe cómo va a terminar eso, por eso preferiría no innovar en la materia.