Las diferencias con años anteriores han ido aumentando: en 2011 solo el 25% del total de licencias correspondía a estas patologías.

La Asociación Chilena de Seguridad (AChS) publicó un estudio sobre salud mental en Chile donde aseguran que un 48% de las licencias médicas de sus trabajadores -entre enero y octubre- fueron por patologías psiquiátricas; es decir, estrés, depresión y trastornos menores.

Las diferencias con años anteriores han ido aumentando: en 2011 solo el 25% del total de licencias correspondía a estas patologías.

Las cifras son alarmantes, si comparamos nuestro país con estudios publicados por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) a nivel global: dos de cada diez trabajadores padece alguna enfermedad mental de este tipo. Esto es un 20%, bastante lejanos de casi en 50% de licencias presentadas en nuestro país por similares motivos.

“El aumento de cuadros de este tipo tiene que ver con el modelo social en que estamos insertos. No hay regulaciones reales para los trabajadores ni de protección social, porque se privilegia la competencia por sobre la colaboración. Mucha gente está más preocupada del éxito personal pero basado en lo económico”, dice Rodrigo Molina, presidente del Colegio de Psicólogos.

El especialista explica que uno de los factores que ha influido en este aumento de enfermedades mentales tiene que ver con la poca regulación que tiene el mercado de la educación superior, debido a que existe una “superpoblación” de profesionales, que obtiene remuneraciones bajas, lo que profundiza los malestares teniendo en cuenta el “sistema exitista económico”.

En esa línea, la depresión o estrés aparecen como los cuadros más frecuentes. Molina asegura que una de las fórmulas para cambiar esto tiene que ver con modificar la jornada laboral y tener “condiciones laborales saludables”. “Modelos escandinavos se ha demostrado que funcionan mucho mejor en horarios donde terminan a las cuatro de la tarde”, dice.

Sin embargo, el presidente del Colegio de Psicólogos cuestiona que “implementar eso en Chile hoy es imposible debido a los elementos culturales” que hay en nuestro país, por lo que se debería avanzar en una largo proceso que permita mejorar estas condiciones. “Acá la gente llega a la oficina, marca la tarjeta y se toma un café; al rato empieza la jornada laboral”, concluye.