Horacio Contreras (25) se moviliza en silla de ruedas y habla con dificultad, lo que no ha impedido que estudie y sea un alumno sobresaliente. Fue el primer escolar que rindió la PSU con un computador, fue becado por el DuocUC para la carrera de analista en programación y el próximo 14 de agosto se titulará de ingeniero en informática. «Lo único que quiere es aportar con sus conocimientos al país», dice su mamá Patricia Bahamondes.

La historia de Horacio Contreras Bahamondes (25) parece extraída de un guión de cine. Nació con daño neurológico, a causa de una negligencia médica en el parto (esperó 15 horas en el vientre de su madre para nacer); fue el primer estudiante en rendir la PSU con un computador; gracias a una beca pudo estudiar analista de programación en el DuocUC y el próximo 14 de agosto se titulará de ingeniero en informática.

Sus logros no son producto de la ficción sino que gracias a su esfuerzo, perseverancia y al gran apoyo de su familia que lo ha impulsado a sobreponerse a la adversidad y cumplir sus sueños. Pero también a la fortuna que ha tenido –remarcan sus padres Patricia y Horacio a Nación.cl- de no haber sufrido discriminación en el colegio y tampoco en la educación superior.

Horacio se moviliza en silla de ruedas, no puede hablar con normalidad y tampoco tomar un lápiz con sus manos. Sin embargo, esto no ha sido impedimento para estudiar, ser un alumno destacado, no haber reprobado nunca un ramo y lograr un 5,3 en el examen de título.

Cuando tenía 5 años su mamá se dio cuenta que su hijo era muy inteligente. “Le compramos un Atari y comprobamos la destreza que tenía en algunos juegos”, dice.

Fue en ese momento que esta “aperrada mujer”, madre además de Inés (21) y Tomás (19), supo que lucharía para que su hijo fuera un profesional.

Cuando el mayor de sus hijos era pequeño, y estudiaba en un colegio de Peñalolén, su madre iba en las horas de recreo a ayudarlo para que fuera al baño. Llegaba con sus otras dos guaguas a cuesta. Hubo momentos en que se sintió rendida, confiesa. Recuerda que la directora del establecimiento la llamó a su oficina y le dijo con voz dura: “Cuando una mamá dice no puedo más, ¡nadie puede!”. Esa frase la marcó y vuelve a su mente cada cierto rato.

Horacio terminó la enseñanza media en el Boston College de Maipú (egresó con un 5,7) y mucho antes de que egresara su mamá empezó a golpear puertas para que pudiera rendir la PSU con un PC, en diciembre de 2006. Le costó harto, pero lo logró gracias a un certificado de la terapeuta que lo trataba en la Teletón. Lo acompañó un funcionario del Demre, quien se encargó de marcar las alternativas que le indicaba el joven, contaban en esa época sus padres al diario La Nación.

Le fue mejor de lo que esperaba en la prueba. Sacó 580 puntos en Matemática y 520 en Lenguaje, más de los 450 que obtenía en los ensayos. Ese bajo puntaje no era por falta de conocimientos sino que producto de su discapacidad, que le impedía dar vueltas las páginas de los facsímiles, cuentan.

El DuocUC le otorgó una beca para que estudiara analista de programación computacional. Sacó adelante la carrera y continuó con sus estudios de ingeniería en informática. Desde el comienzo se sintió acogido por la comunidad estudiantil, cuenta el ingeniero.

Sus padres lo mandaban a dejar en un auto que contrataban con esfuerzo. Los vigilantes del plantel, en la sede Plaza Oeste, lo recibían y lo ayudaban a trasladarse a la sala. En el mismo instituto le fabricaron una mesa con ruedas para que pudiera instalar su computador.

ESTUDIAR DÍA Y NOCHE
Los ramos le resultaron difíciles al comienzo y por eso estudiaba día y noche. Pensaba en que no sería capaz de aprobarlos. “Cuando recién entró estaba temeroso, creía que no iba a poder, porque la programación es complicada”, manifiesta la madre.

Sin embargo llegó a la meta. Lo que más lo motivaba era el afecto de sus docentes y compañeros. “Lo recibieron muy bien y lo integraron”, apunta Patricia Bahamondes.

Para que no faltara la plata en la casa sus padres vivían austeros. “A veces había que tomar tecito no más”, admite la mujer. Ella se dedicó un tiempo a vender pasteles y a trabajar en algunas casas haciendo labores de nana. El padre es jefe de procesos en Wenco S.A.

Los recursos económicos no alcanzan, porque el estudiante debe tomar también medicamentos diariamente (un relajante muscular y otro fármaco para el reflujo) y tiene que controlarse cada seis meses con un neurólogo.

«nunca lo llaman»

Horacio hizo la práctica en una empresa de capacitación, donde ideó un sistema para poder mejorar el rendimiento. Después de esa experiencia comenzó a buscar trabajo, tarea que hasta ahora ha sido infructuosa, sostiene Horacio con tristeza.

“Ha ido a muchas entrevistas, pero ha sido difícil. Lo reciben, pero nunca lo llaman. Pero en ningún caso se ha sentido discriminado”, agrega su papá, quien lo ha acompañado a diferentes empresas.

Al joven le gustaría trabajar en una oficina, integrar un equipo de profesionales. “Lo único que quiere es aportar con sus conocimientos al país. No ha perdido las esperanzas, tiene mucha fe y continúa motivado”, comenta su mamá.

MUCHOS AMIGOS
Horacio es alegre, ríe a cada momento. Tiene amigos y sale con ellos a “carretear”, cuenta Patricia. “Lo invitan y lo acompañan a todas partes”.

La familia agradece el apoyo y afecto que le brindaron sus compañeros del instituto. Solían invitarlo al mall y le daban los alimentos en la boca. Hasta hace un par de años Horacio no podía comer solo y tampoco ir al baño sin apoyo, pero ha tenido avances y ahora es independiente. En los años más complicados su papá pedía permiso en el trabajo y se «escapaba» al instituto para darle la colación.

Los padres del joven son fuertes y no se rinden. “Para sacar adelante un hijo con discapacidad los padres y hermanos deben estar unidos, porque es la única manera de salir adelante”, apunta la mamá.

«YO CREÍ EN ÉL»
Patricia Bahamondes pide a los empresarios que le den una oportunidad a su hijo, que crean en él “como yo lo hice”.

Está orgullosa porque el joven se titulará. En la ceremonia, que se realizará el próximo 14 de agosto, a las 17 horas, en el Salón Monseñor Fresno del Centro de Extensión de la UC, estará sentada en primera fila con su marido e hijos para aplaudirlo.

Horacio está consciente del gran apoyo que ha recibido de sus padres. Y hace un llamado a las familias de jóvenes discapacitados a “que se atrevan, que nunca se rindan. Siempre se puede salir adelante”.

Ha leído acerca de la reforma educacional que impulsa el Gobierno y le parece bien que sea inclusiva. “Es lo que un país desarrollado debe tener. Debe darle las herramientas a los jóvenes para que se sientan integrados”.