Para mejorar resolutividad y disminuir tiempos de espera

El Colegio Médico plantea que estas unidades deben reestructurarse para que cada una reciba un tipo de emergencia con los profesionales adecuados.

Por CARLOS SAID.

Si la falta de especialistas es un problema en los hospitales y consultorios del país, la situación es peor en los servicios de urgencia, donde la mayoría de las veces existen recursos humanos limitados para la gran variedad de casos que reciben cada día.

Un problema, por ejemplo, es que hay urgencias que necesitan de la atención de un especialista, como las oftalmológicas, y esos profesionales no siempre están en esas unidades, donde sí es común encontrar cirujanos y traumatólogos.

Bien lo sabe Sara Fuentes, quien hace unos meses comenzó a tener fiebre y mareos producto de una infección en un ojo, un viernes en la noche. Recorrió durante horas los servicios de urgencia en busca de un oftalmólogo que nunca encontró. Para ser atendida debió esperar varias horas porque lo suyo «no era de vida o muerte», le decían, y terminó con una receta de antibióticos. Días después consiguió una hora con un oftalmólogo y le diagnosticaron un problema en el lagrimal, que debía ser operado lo antes posible, lo cual nunca fue detectado en su recorrido por las emergencias.

Este es un problema recurrente y en el Colegio Médico lo saben. A pesar de ello, el presidente del gremio, Enrique Paris, dice que si bien no es necesario que las urgencias cuenten con todas las especialidades, sí se debe trabajar en una mejor coordinación y distribución de los profesionales para resolver este problema.

«En ninguna parte del mundo habrá un recinto con oftalmólogos haciendo turnos las 24 horas; esas deben ser especialidades de llamadas (citados telefónicamente cuando es necesario) y convocados por un médico que sepa quién debe ver al paciente», dice.

En su opinión, la solución está en reorganizar estos servicios, creando «centros de referencia que sean concéntricos y que vayan de lo más básico a lo más complejo». De esta forma, los servicios de atención primaria deberían recibir a los pacientes en un primer momento y, en caso de ser necesario, derivarlos a un hospital cuya urgencia se especialice en el mal que afecta al usuario.

Así se evitaría «que una persona llegue a una urgencia con un cuadro de vómitos y tenga que competir con un paciente con un infarto», explica. Sin embargo, Paris señala que eso requiere informar a la población para que sepa hacia dónde dirigirse: «No puede ir la persona a cualquier lugar, y eso las autoridades tienen que transmitirlo con educación y propaganda», advierte.

Un segundo elemento que mejoraría la gestión de estos servicios, dice Paris, es el desarrollo de la especialidad de «urgenciología», un programa que ya imparten algunos planteles -como las universidades de Chile, Católica y de La Frontera- y que prepara para las vertiginosas dinámicas de estos servicios.

El tercer punto a mejorar es la incorporación de camas clínicas a estas unidades. «Hoy las urgencias no las tienen y cuando el cirujano opera de emergencia una apendicitis aguda, ¿dónde hospitaliza al paciente después? Las urgencias deben tener camas propias, pero hoy se las tienen que pedir al mismo hospital», sostiene Paris.

Informe acusa gestión inadecuada
La comisión de Urgencias del Colegio Médico elaboró un informe acerca de estas unidades en el que advierten que actualmente estos recintos poseen «una gestión de la provisión de servicios que resulta inadecuada» y que se agrava «por la falta de interés de los médicos en trabajar en la urgencia».

En el documento explican que los Servicios de Atención Primaria de Urgencia (SAPU) están captando cerca del 62% de las atenciones de emergencia de los pacientes del sistema público, pero que estos recintos aún necesitan mejorar su resolutividad, sus horarios de atención y su coordinación con otros servicios para dar una mejor atención a los pacientes.

Por ejemplo, muchos de los recintos necesitan habilitar servicios de radiografías, ecografías y exámenes básicos de laboratorio en la atención primaria, que muchas veces no pueden realizar y no les queda otra alternativa que derivar a los enfermos al hospital que corresponda.

Esto implica que los hospitales se hagan cargo de problemas de salud que debiesen haberse resuelto en la atención primaria, pero que terminan atochando sus salas de espera.

Un ejemplo es el Hospital de Urgencia de Asistencia Pública (ex Posta Central). Si bien el recinto es el mayor referente de emergencias en el país y es centro de referencia para pacientes quemados, en las últimas seis semanas el 34% de sus atenciones correspondieron a problemas respiratorios, circulatorios o traumatismos.