Brasil lidera en Latinoamérica, mientras que Colombia y Perú avanzan en sus programas, según informe Start-up Latinoamérica. Economía local destaca por tener el primer lugar en desarrollo del entorno para el capital de riesgo.

Chile y Brasil son los países de la región que ofrecen los instrumentos de apoyo al emprendimiento más completos y de mayor data, destaca el informe “Start-up Latinoamérica”, realizado por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (Ocde).

El reporte analiza los mecanismos de apoyo a la creación de start-up y revisa las políticas de fomento a la creación de éstas, identificando pautas para mejorar su diseño e implementación.

Mientras países como Colombia y Perú, recién están introduciendo programas (ver tabla), Chile destaca por su desarrollo en financiamiento, capacidades empresariales y marco legal.

“Estamos trabajando para hacer de Chile un polo regional del emprendimiento y la innovación, esa es la meta que nos hemos puesto”, señala Hernán Cheyre, vicepresidente ejecutivo de Corfo. “Ver que organismos como la Ocde reconocen que se empieza a configurar esa realidad nos tiene muy satisfechos”, sostiene.

Entre otras cosas, el estudio resalta el incremento en el presupuesto dedicado a la innovación, que pasó desde unos US$ 300 millones en 2005 a aproximadamente US$ 1.000 millones en 2013.

“Recientemente, Chile ha puesto un énfasis creciente en las start-ups, reformando los sistemas de apoyo existentes de conformidad con la nueva visión del país más orientada hacia su proyección en la economía global”, destaca la Ocde.

Sobre este foco, Ignacio Briones, embajador de Chile ante la Ocde, sostiene que “el emprendimiento es tremendamente relevante para un país como Chile, porque conversa con nuestro modelo, que es de una economía de mercado que requiere competencia y nuevas ideas. Crea riqueza y crea empleo para el país”.

Avances y desafíos

La Ocde destaca que la industria nacional de capital está bien desarrollada en términos relativos dentro de la región, aunque aún lejos de los líderes mundiales. En 2010, el capital privado y de riesgo representó 0,18% del PIB, detrás de Brasil (0,27%), pero muy por encima de México o Perú, con 0,02% y 0,05% del PIB, respectivamente. Economías que llevan la delantera, como Reino Unido o Israel, poseen niveles sobre 0,45%.

En tanto, Chile posee el primer lugar en la región en desarrollo del entorno para el capital de riesgo, seguido por Brasil, México y Colombia. En la misma línea, Chile concentra el 28% del capital semilla de la región, sólo detrás de Brasil, país cuya población es 11 veces mayor que la chilena y su PIB nueve veces más alto.

El informe hace hincapié en los esfuerzos del sector público, particularmente la ampliación de los recursos a través de Corfo y el rol de Start-up Chile para atraer emprendedores.

“Lo que hemos hecho es conversar de una mejor forma los distintos elementos que forman parte de este engranaje del emprendimiento de alto potencial y eso es algo altamente valorado”, precisa Hernán Cheyre.

Por su parte, Briones destaca que “no basta con inyectar fondos a los emprendedores. Algo esencial para que surja el emprendimiento es que culturalmente esté permitido fallar”, y llama a “impulsar una cultura de confiar en nuestras capacidades y de tomar riesgos”.

En este sentido, el estudio recomienda seguir invirtiendo en promoción y difusión de la cultura emprendedora, incrementar la oferta de recursos humanos calificados y coordinar los esfuerzos del Estado para abrir mercados en el exterior.

La organización valoró también las reformas dirigidas a generar un marco legal para facilitar la creación de empresas, reduciendo costos. Sin embargo, advierte el vicepresidente de Corfo, el informe no alcanzó a incorporar la ley que permite crear empresas en un día y la de incentivo tributario a la I+D. “Eso es algo que nos coloca a la vanguardia a nivel mundial”, asegura.

Como desafío, la Ocde plantea fomentar los proyectos innovadores, aumentar el tamaño de las industrias de capital de riesgo e inversionistas ángeles y lograr que los inversionistas institucionales sean parte de los fondos de riesgo o de capital privado.