A las 00:30 horas del jueves 14 de octubre de 2010, Manuel González, rescatista de Codelco, salió del fondo de la mina San José. Horas después de su ascenso, el lugar por el que la cápsula Fénix 2 rescató a «Los 33 de Atacama» fue sellado y, desde entonces, nadie más volvió a entrar al yacimiento.
Han pasado tres años desde el derrumbe que conmocionó al país, y ahora, en medio del convenio judicial con que los dueños se comprometieron a pagar las deudas y parte del rescate de los mineros, la comisión de acreedores alista la venta de la mina.
Así lo confirmaron a «El Mercurio» abogados y miembros de esa instancia, quienes explicaron que se espera que en marzo del próximo año se haya vendido el proyecto, que incluye además el yacimiento San Antonio y otros terrenos.
Tras varios análisis, se confirmó que San José puede volver a ser explotada, siempre y cuando se hagan nuevas galerías desde otros lugares.
La venta del yacimiento es parte de la segunda etapa del convenio, en que ya se han liquidado maquinarias y otros equipos. Con sus ganancias se han pagado los finiquitos de los trabajadores y algunas deudas con contratistas. El grueso se cancelará ahora, con los ingresos que deje la negociación.
La interventora, María Loreto Ried, explica que el convenio fijó que la minera San Esteban I debe pagar al menos 20% de la deuda. Destaca que desde 2010 ha habido alto compromiso de la empresa y los acreedores, lo que ha permitido avanzar correctamente.
Actualmente, ninguna de las minas está operativa y todo se enfoca a cancelar, por ejemplo, los US$ 5 millones que se debe al fisco por la llamada «Operación San Lorenzo».
Sobreseen sumario
Tal como hace unas semanas la Fiscalía terminó su investigación sobre el accidente, hacer sin acusaciones, Contraloría concluyó el sumario que buscaba detectar eventuales responsabilidades de Sernageomin en el accidente.
El organismo sobreseyó el caso, concluyendo que la institución cumplió su rol al hacer 75 fiscalizaciones en diez años y aplicar multas cuando correspondía, por lo que no se solicitaron sanciones a los funcionarios de la III Región.
Psicólogo pide «no farrearse» las lecciones de esta experiencia
Alberto Iturra dejó Santiago para instalarse en Caldera hace ya casi quince años. Allí estaba cuando ocurrió el accidente en la mina San José. Como asesoraba a la Asociación Chilena de Seguridad, al psicólogo lo contactaron para que prestara servicios en la faena de rescate, del que afirma no se han rescatado las lecciones que dejó la experiencia.
«A estos mineros expertos en supervivencia no les hemos sacado nada de provecho. Ellos ya deberían estar en una unidad pedagógica, hablando sobre qué les permitió sobrevivir a un evento tan terrible. Nosotros no los hemos incorporado. En otros países nos han invitado a que les enseñemos cómo lo hicimos para que resultara. Aquí, nada», afirma.
Ahora está feliz, porque el añoso jeep Cherokee que lo trasladaba rumbo a la mina San José, todos los días, en una subida quedó en panne y recién esta semana, casi tres años después, el 4 x 4 volvió a andar.
Sobre su rol profesional, asegura estar «trabajando mucho con las generaciones más jóvenes, traspasando elementos significativos, para hacer de esta tragedia un ejemplo».
Jorge Díaz: del incidente del Beagle a la mina, y de ahí al Gobierno
Era 1978 cuando comenzaba su carrera como médico general de zona en Cerro Sombrero, en Tierra del Fuego, Jorge Díaz debió enfrentar el incipiente conflicto armado que enfrentaba a Chile con Argentina, ya que el hospital que tenía a su cargo era el más cercano al área de conflicto.
Pensaba que esa experiencia sería la más fuerte que le tocaría vivir en su carrera profesional, que desarrolló en el área de la salud laboral. Precisamente esa especialización fue la que le propició estar a cargo del equipo médico en la mina San José.
A tres años del rescate, Díaz cuenta que, en su caso, la vida se le transformó completamente. «Gracias al resultado de lo ocurrido en la mina, yo solicité a mi empleador de entonces -la Asociación Chilena de Seguridad- el traslado a la Región de Coquimbo y allí pretendía quedarme por el resto de mi carrera y así, terminar mis días allí».
Todos esos planes se debieron postergar un día, cuando recibió el llamado del ministro de Salud, Jaime Mañalich, para ofrecerle la Subsecretaría de Salud Pública.
Ya en esas fechas había sido aceptada su solicitud de traslado a Coquimbo, e incluso el camión de la mudanza ya estaba «ya iba en rumbo, pero surgió esa posibilidad de incorporarme al Gobierno, así que le dijimos al chofer que siguiera rumbo a Santiago… Y aquí estamos», cuenta el actual subsecretario.
Dice que de la emergencia vivida en la mina reconoce que «existe una necesidad que no ha sido satisfecha, que es mostrar a la comunidad médica nacional e internacional el desarrollo de algunas soluciones, que se hicieron gracias a que pudimos juntar a mucha gente».
Sin embargo, no está de acuerdo con las versiones que dicen que no se aprovechó la experiencia. «Creo que desarrollamos un modelo de trabajo en la mina, de generar redes de soporte con personas con conocimientos en amplias áreas, que fueron aportando soluciones». Y añade que «creo que ese nuevo modelo de hacer las cosas será uno de los legados que dejaremos cuando dejemos la subsecretaría».
El jefe de la operación
En el bolsillo de la chaqueta con la que recibió a «los 33» de vuelta a la tierra, el ingeniero André Sougarret (49) aún conserva las bolsas en las que los mineros enviaban mensajes a la superficie.
Sougarret, quien trabajaba en la gerencia de Codelco cuando lideró la operación «San Lorenzo», recuerda ese trabajo como «el más importante de mi vida, y con el que la minería avanzó positivamente». Hoy es el gerente general de la Minera Esperanza, en Antofagasta. Y sólo ha mantenido contacto tras el rescate con el minero Mario Sepúlveda.
Empresarios viven en Santiago y descartan volver al rubro
Se dijo que habían abierto nuevas faenas y que vivían lejos de la capital. Aunque se han mantenido lejos de la vida pública, los cercanos de Alejandro Bohn y Marcelo Kemeny aseguran que el accidente también «derrumbó sus vidas. Marcelo se ha alejado de los temas de la mina, porque estuvo con problemas de salud. Ha hecho algunos proyectos alejados de la minería, y Alejandro está enfocado en terminar las ventas para cerrar el proceso de la minera», señalan quienes los han visto.
Viven en Santiago, y pese a que no reciben ingresos de las minas, hasta ahora se han mantenido con ahorros y otros negocios. «Bohn siempre ha dicho que quiere llegar hasta el final y demostrar que hicieron todo como la ley les mandaba», comenta un cercano, quien agrega que «quizás», cuando todo acabe, volverán a la luz pública.
Manuel González los rescató y volvió con dos de ellos a la mina El Teniente
Por 30 minutos, luego de haber rescatado a los 33 mineros y de que subieran sus compañeros, Manuel González, rescatista de Codelco, recorrió el refugio donde habían estado atrapados los mineros de San José. Recogió piedras, sus herramientas, se puso su casco y, antes de salir, agradeció. «No tenía más que hacer que dar las gracias. Pensé en mi padre, que lo perdí cuando él era muy joven, tenía 52 años. Sabía que estaba con él, porque el rescate no fue fácil y salió todo bien».
Con su padre en el recuerdo, González subió y con su ascenso se dio por concluida la «operación San Lorenzo». Regresó a Rancagua a su mina El Teniente. Tres años después, sigue trabajando como jefe de turno, pero ya no es el único que estuvo en el refugio de Atacama. Aparte de los otros rescatistas, dos de los mineros rescatados son parte del equipo. Samuel Ávalos y Richard Villarroel.
Además de dar charlas, González hoy es parte de un programa Codelco que enseña cómo reaccionar rápido ante incidentes críticos. Aunque vive lleno de optimismo, lamenta que «los 33» no hayan tenido más apoyo después del rescate «que fue cuando más nos necesitaron».
El «genio» de la minería recorre Chile dando charlas
A Miguel Fortt se le ocurrió la idea de perforar los más de 600 metros que separaban a los mineros del exterior. Hoy continúa dedicándose a la docencia universitaria, a la asesoría a empresas mineras y a las charlas motivacionales, las que asegura han aumentado luego de su protagonismo en la mina San José. El ingeniero en Minas y experto en perforaciones, llamado por Golborne para colaborar en la operación, fue director de Ingeniería de la U. del Mar de Copiapó, hasta un año antes de que cerrara. Luego del rescate, realizó una asesoría para el Ministerio de Minería, aunque las consecuencias de esa experiencia no solo fueron laborales, sino también a nivel personal. «Ahora me preocupo de tener más tiempo para los hijos, porque uno valora mucho más la vida», cuenta Fortt, quien dice mantener una relación fluida con algunos mineros, con los que incluso se ha reunido en asados. «El último fue hace un mes», cuenta.
María Loreto Ried, entre San Esteban y la U. del Mar
Convertirse en la interventora judicial que supervisa las ventas de la minera San Esteban impactó a María Loreto Ried. No solo debió preocuparse de trámites, sino que además se enfrentó al impacto social y mediático que tuvo el accidente.
Tres años después, la abogada se enfrentó nuevamente a un caso lleno de historias de dolor: la quiebra (hoy anulada) de la U. del Mar. «Lo de los 33 fue muy relevante (…), estos casos te ponen a prueba no solo en el conocimiento, sino que también en la empatía con la gente», destaca.
El «ángel de las buenas noches» trabaja en un ministerio
La enfermera Marcela Zúñiga se hizo cargo de las necesidades que surgían desde las profundidades de la mina. Envió desde una máquina para cortar el pelo hasta papas fritas en las recordadas «palomas». También era quien daba las buenas noches a los mineros para que respetaran los ciclos de sueño.
Hoy cuenta que la experiencia «fue un desgaste físico y emocional importante», y que «mantuve contacto con algunos hasta el año pasado. Yonni Barrios ha sido con quien más he conversado cuando he ido a Copiapó».
Desde 2011 es asesora de la Subsecretaría de Salud Pública, junto a quien fue el jefe médico del equipo de rescate, Jorge Díaz, hoy a cargo de dicha cartera. «Vine a trabajar al Minsal, pero tengo bastante claro a lo que aspiro», dice. Volverá al trabajo asistencial cuando deje su actual puesto.
Médico que los preparó para el rescate indaga en la experiencia de los mineros
Jean Romagnoli es experto en medicina del deporte y en biomecánica. Como parte del equipo médico, estuvo a cargo de la preparación de los mineros para el rescate. Dice que la evidencia que se obtuvo fue que, por ejemplo, uno de los trabajadores revirtió su diabetes. A partir de ese dato, durante los últimos años repitió un programa parecido en Huechuraba, logrando similares resultados para hipertensión y diabetes en cerca de veinte pacientes.
Ahora quiere sistematizar esos resultados en un estudio más amplio y publicarlo. Eso, mientras trabaja en el Servicio de Salud Metropolitano Norte, generando programas para ayudar a mejorar la salud de los trabajadores de dicha repartición.
Sobre la mina, dice que hubo una suerte de explosión de conocimientos que no fue bien aprovechada. «Nos faltó más marqueteo, demostrar ante el mundo que la medicina chilena mantuvo vivas a estas personas, ya que todos los incidentes previos tenían una tasa de fallecimiento del 15%». Recalca que, tras el rescate, «no tiene ni más ni menos amigos», pero que nunca hubo un reconocimiento de parte del Gobierno.
El creador del «gallófono»
Además de haber fortalecido su empresa de telecomunicaciones, Pedro Gallo Ceballos, el técnico eléctrico copiapino que creó el «gallófono» -teléfono por el cual los mineros se comunicaron con el exterior- hoy dice estar «feliz, a pesar de haber rechazado la propuesta del empresario Carlos Cardoen», quien le ofreció $42 millones por su invento. Hoy realiza charlas gratuitas en colegios, en las que, como un museo itinerante, traslada todos los tesoros que conservó de la mina San José.
Si bien asegura que al principio lo pasó mal, pues estuvo dos meses con insomnio y crisis de pánico, hoy cuenta que tiene los mejores recuerdos de esa experiencia que le cambió la vida. «Fue como si se me hubiese transferido todo lo que vivieron los mineros dentro del refugio», afirma Gallo, quien llamó a su hijo Emiliano José, en honor a la mina. A menudo se reúne con algunos de los mineros, pero se siente más amigo de Pedro Cortés, quien fue encargado de las comunicaciones dentro de la mina, y a quien, durante el mismo rescate, le pidió volver al refugio, a pesar de los derrumbes que se generaban. Entre las anécdotas, Gallo recuerda cuando «aparecieron tres videntes para ayudar a los rescatistas, de las cuales solo una dio pistas claras. Ese era el nivel de desesperación».