Por: Alicia Núñez, académica Departamento de Control de Gestión y Sistemas de Información, FEN U. de Chile
Existen tres objetivos que debe cumplir un sistema de salud: mantener a las personas saludables, tratar a las personas enfermas y proteger a las familias contra la ruina financiera, debido a cobros excesivos por cuentas de salud.
Nuestro actual sistema de salud tiene una estructura mixta de financiamiento y distribución que incorpora compañías de seguro públicas y privadas, las que son criticadas por su rol al momento de promover igualdades y equidades en el acceso a los sistemas de salud.
La propuesta generada en materia de salud por la Convención Constitucional tiene como fin promover una mayor equidad del sistema, al plantear el “derecho a la salud y bienestar integral, incluyendo su dimensión física y mental”, garantizando un “Sistema Nacional de Salud de carácter universal, público e integrado”.
Si bien la discusión en torno a un sistema universal de salud no es nueva, la modificación tiene que ver con que el principal rol de financiamiento va a provenir del Estado y la provisión de servicios podría ser realizada por prestadores públicos o privados. Esto quiere decir que las Isapres no recibirán las cotizaciones obligatorias de salud, pues una ley determinará el órgano público que administrará los fondos.
La evidencia sugiere que, en general, los sistemas de cobertura universal tienden a ser más baratos y simples de administrar, que cuando existen compañías de seguros generando ganancias. En este caso, las isapres deberán adaptarse. Así como en otros países, pueden integrarse al seguro social financiado y administrado por el Estado, o bien brindar seguros complementarios. Todo esto, entendiendo que el Estado tendrá un mayor control de los precios que se pagarán a los prestadores de salud.
Esta nueva propuesta, además, propone la aplicación de pilares fundamentales, que buscan establecer como base un buen sistema de atención primaria centrado en la prevención de enfermedades, la salud mental, y con especial foco en el enfoque comunitario. Esto contribuye a generar mayores niveles de justicia social, participación comunitaria y mejor calidad de vida para las personas.
Ahora bien, cambiar a un sistema de salud universal no significa comenzar de cero. Es posible aprender de países que han tránsito. Taiwán lo hizo en 1995. Para ello, realizó un trabajo intenso, en el que comparó las mejores prácticas de países con sistemas de salud universal, como Canadá.
Debemos ser cautelosos y vigilar que los problemas que hoy existen en sistemas de salud universal, como la calidad en la atención, largas filas de espera, aumento de presiones financieras en el sistema, entre otros, no se repliquen en Chile.
Hoy, la opción de escribir en una hoja en blanco permite desarrollar muchas ideas. Lo relevante es ver de qué manera se financian e implementan. Tenemos la oportunidad de movemos hacia un sistema de salud universal. Es el momento de resaltar la necesidad de invertir en los servicios de salud para fortalecerlos y hacerlos aptos ante los desafíos futuros.
Fuente: La Tercera