Ya lo revelaron desde el Ministerio de Salud: desde el 22 de octubre hasta la fecha, aumentaron en un 22% de las licencias médicas por salud mental. El jefe de la cartera hizo notar que la solicitud por psicofármacos, como antidepresivos y ansiolíticos, aumentó a casi el doble en el último mes. Por supuesto, estas cifras no sorprenden. Alarman, pero no sorprenden. Es notorio y evidente el estado de incertidumbre y fragilidad emocional en que se encuentran los chilenos. El mero hecho de transitar a diario por calles destruidas, inmuebles arrasados por el fuego y paredes rayadas por doquier, ya afectan la psiquis. Para qué decir si nuestro lugar de trabajo ya ha sido vandalizado.
Se habla de las alzas en el desempleo que están por venir. En Hacienda sostuvieron que podríamos llegar a más del 10% de desempleo (300 mil personas más que entrarían a la cesantía) de aquí a fin de año y aún más para el año siguiente. Diversos economistas han ratificado esa cifra como un mínimo, y que en un par de meses sería casi un millón las personas sin trabajo. Podría seguir citando un sinfín de factores que han expuesto a riesgos nuestra salud mental, pero terminaría por ocupar todo el espacio de esta columna. Sobre todo, si nadie sabe ni cuándo ni cómo acabará esta anomia.
El deterioro en la salud mental de los chilenos no es nuevo. Ya se vislumbraban algunos bemoles en los últimos años. Antes del 18 de octubre y hace tiempo, ya se decía cómo las enfermedades mentales están registrando el mayor gasto en salud, representando más del 26% del gasto en Subsidios de Incapacidad Laboral, y el número de licencias médicas mentales superaba el millón en los afiliados de Isapres y el Fonasa. También, en salud laboral, es la afección (enfermedad profesional) más frecuente. En los últimos 4 años aumentaron en un 51%. Veníamos mal y parece que vamos para peor.
Los trabajadores son uno de los grupos más afectados. Pasamos horas ahí y no sabemos bien a qué hora regresaremos a casa. Las personas están nerviosas y afectadas y se les nota en la cara. Escasean las sonrisas. ¿Cómo afrontamos la ansiedad y tristeza, los trastornos del sueño, cansancio o irritabilidad que por estos días aumentan ante la situación de crisis?
Para las empresas e instituciones, abordar estos efectos oportunamente es crucial, pues si no las heridas tardarán muchísimo en sanar. La crisis se debe transformar en una oportunidad para mostrar conexión, empatía y preocupación por las reales necesidades de sus equipos en tiempos difíciles. Reflexionar en conjunto, empresarios y trabajadores, para salir fortalecidos de la crisis y no al revés.
Las mutualidades (ACHS, IST y Mutual de Seguridad) vieron estos peligros y se anticiparon. Están trabajando junto a las empresas para contener los efectos negativos de la crisis y sus repercusiones en la salud mental de las personas. Podemos partir por ocupar un lenguaje receptivo, preocupándonos de los contextos individuales, priorizando la empatía; valorar las opiniones de todos, con una relación más abierta, dando un espacio para el desahogo; tener especial cuidado para evitar quiebres y agresiones; facilitar la conversación positiva y enriquecedora, dialogando con respeto, más aún cuando opinemos diferente; y siempre cultivar el sentido del humor sano y alegre, para catalizar las emociones positivamente.
No dejemos que la destrucción material y económica con la que nos quieren aplastar también termine por socavar nuestra mente y alma. No lo podemos ni debemos permitir. El evitarlo está en nosotros y en cómo nos relacionamos.