Si a usted le dijeran que su jornada laboral debe realizarla a decenas de metros de altura y al aire libre, soportando viento, calor y otras condiciones climáticas, lo más probable es que lo piense varias veces antes de tomar un trabajo así.

Es que los trabajos verticales implican una dosis de adrenalina y peligro. En efecto, no cualquiera puede, o se atreve, por ejemplo, a limpiar los vidrios externos del Costanera Center.

Sin embargo, y más allá del peligro que encierra este tipo de labor, lo cierto es que —según estadísticas de la SEREMI de Salud—, se han registrado 147 accidentes fatales por caídas en altura en el periodo 2010-2016.

Un registro que ha ido bajando, pues según el mismo informe, si en 2012 y 2013 hubo 28 fallecimientos por caídas en altura, en 2016 la cifra bajó a 14.

Así, la seguridad se ha convertido en el gran desafío de las empresas que desarrollan estas labores, pues se trata de un trabajo de alta complejidad. La ejecución de labores con exposición al vacío aumenta la posibilidad de accidentes con consecuencias graves o fatales si no se controlan previamente las condiciones de trabajo y existe conciencia en los trabajadores sobre los peligros implícitos de esta actividad.

«Gran parte de los accidentes fatales por trabajos en altura a nivel nacional tienen como causa u origen el descuido de controles propios de la especialidad, como a su vez la sobreexposición del trabajador, producto del acostumbramiento continuo al peligro», comenta Rodrigo Barahona, especialista senior en sector Construcción de la Asociación Chilena de Seguridad (AChS).

De esta forma, la capacitación del trabajador en materias propias de la especialidad, conocer los peligros a los cuales se está expuesto, la definición de medidas de control a aplicar y una supervisión con una visión integrada son relevantes para mejorar la seguridad de este tipo de labor.

«Es a partir de la capacitación, como se designa la pirámide de jerarquía dentro de las cuadrillas y como se sabe la capacidad técnica de los operadores. A partir de estos grados jerárquicos se otorgan trabajos de mayor o menor riesgo operativo. Eso solo se logra con capacitación programada en el tiempo», comenta Jorge Ballesteros, gerente general de Provertical.

Humberto Alvarez, director de Ingeniería en Seguridad y Prevención de Riesgos de la Universidad Andrés Bello explica que «entre las medidas que se deben tomar se encuentran la capacitación sobre los riesgos de altura; elección del equipo de protección personal (EPP); uso y cuidados de éste; procedimientos específicos en trabajos en altura y, por supuesto, que las condiciones de trabajo se encuentren según las normas. Además es importante que las empresas cuenten con un plan de emergencia».

Normas vigentes

La normativa vigente establece los estándares mínimos de control que se deben aplicar previo al desarrollo de trabajos en altura. Estos documentos técnicos se vinculan con requisitos para la conformación de plataformas de trabajo (andamios) y sistemas personales y colectivos detenedores de caídas, entre otros, que deben ser aplicados por las administraciones de contrato cada vez que se ejecuten actividades sobre 1,8 metros.

«La autoridad fiscalizadora verifica en sus inspecciones el cumplimiento de estos estándares, aplicando las restricciones correspondientes cuando existen incumplimientos a los requisitos normativos», comenta Barahona.

No obstante, el académico de la Universidad Andrés Bello precisa que las normas nacionales están bajo las europeas, británicas, australianas, sudafricanas, canadienses o americanas ANSI (American National Standards Institute), asegurando que la normativa chilena deja mucho a la interpretación y las buenas o malas prácticas de las empresas.

Sin embargo, reconoce que el país tiene una política de trabajo seguro, en gran medida por las políticas y reglas de la minería, industria que ha impuesto un estándar mayor al nivel nacional.
«El exponencial crecimiento vertical de nuestras

ciudades ha permitido que Chile incorpore y desarrolle innovadores sistemas de control de condiciones para trabajos en altura. No obstante, nos falta profundizar la cultura preventiva en trabajadores y profesionales del sector, fortaleciendo la inversión, implementación y uso adecuado de los sistemas que hoy se disponen, para prevenir la ocurrencia de accidentes por caídas desde altura», complementa Rodrigo Barahona.

Así, la principal supervisión y control que las empresas deben aplicar es el intemo. Para lograr la efectividad en el control de los procesos críticos, como los trabajos en altura, se requiere que cada supervisor mantenga actividades asignadas afines a su expertise, como a su vez el número de trabajadores acorde con la capacidad de supervisar efectivamente.

«Desde la mirada de la fiscalización externa, la autoridad inspecciona continuamente. Ejemplo de ello es que el 1 de agosto se inicia un programa de fiscalización asistida para la construcción a nivel nacional, lo que implica una asistencia de fiscalizadores a más de 500 proyectos en ejecución», asegura Barahona.

Evolución

La dinámica constructiva y los acelerados ritmos de trabajo permiten que hoy se edifique en altura hasta un quinto piso por mes. Esto también ha significado en algunos segmentos de empresas una mejora de tecnología y ajuste de procedimientos que otorgan mayor seguridad a los trabajadores.

«Es necesario seguir reforzando a nivel operacional la importancia de la identificación de los peligros en su propia actividad, utilizar adecuadamente los elementos de protección personal que el empleador les entrega y asegurar los controles para evitar la ocurrencia de accidentes», explican desde la ACHS.

Además, el autocuidado que deben tener los trabajadores y la constante capacitación también son factores para hacer aún más seguros los trabajos verticales.

«El mercado está constantemente en evolución de nuevas herramientas y tecnología en sistemas personales de detención de caídas y sistemas mecanizados en trabajos en altura, la legislación nacional quedo atrás en este avance», comenta el docente de la Universidad Andrés Bello.

 

Por Luis Godoy Ortiz

 

Fuente: La Segunda