Hoy, Pablo Ramírez Arias celebra, rodeado de su familia y amigos, su cumpleaños número 35. Una fiesta que pudieron no haber vivido, tras el ataque que el cajero sufrió el 29 de julio de 2015, en el local Servipag del Supermercado Mayorista 10 de Hualpén.

Esa tarde, Pablo fue quemado por dos jóvenes que querían llevarse la recaudación del local, hoy detenidos y a la espera de juicio oral. Fue rociado con bencina y quedó con quemaduras gravísimas en rostro, pecho, brazos, y vías aéreas. En un principio se pensó que no sobreviviría, pero tras una milagrosa recuperación en la Mutual de Seguridad en Santiago, hoy comienza literalmente a dar nuevos pasos para retomar su vida. En efecto, hace una semana, retomó sus estudios en segundo año de Prevención de Riesgos en Inacap.

“No ha sido fácil retomar la vida en general, pero son desafíos que me voy imponiendo. No lo pienso mucho, asumo la responsabilidad y el riesgo y en el camino vamos arreglando la carga”.

-Pero tú querías volver a estudiar.

– Es que es parte de mi recuperación, de volver a ser la persona que era antes. Hay cosas con las que voy a tener que vivir para siempre, pero yo trato de estar lo más óptimo posible.

-¿Cómo fue esa vuelta a clases?

– Igual había nervios, porque cuando alguien vive algo como esto, tus capacidades se ven disminuidas, porque aumenta la angustia y otras sensaciones, pero luego fue agradable. En mi curso somos 12 alumnos, entonces fue bueno volver a compartir con ellos. Sí me siento muy expuesto, porque mi carrera tiene que ver con prevención de emergencias, tengo ramos sobre cómo actuar en situaciones límite, entonces mi experiencia pasa a ser el ejemplo.

Pablo es casado con Carolina Peña y tiene dos hijos: Constanza, de 16 años y Leo-nardo, de 7. “Por ellos volví a estudiar, no por mejorar mi remuneración a futuro, sino que demostrarles a ellos que se puede seguir adelante. Uno tiene dos opciones en la vida: o me quedo aquí sentado lamentándome por lo que me pasó, o tomo las riendas de mi vida y hago algo por nosotros”.

-¿Y volver a trabajar?

– Eso es más complicado, estamos en un proceso con la Mutual y terminando un ciclo. Pero estaré al menos un año más con un tratamiento sicológico y siquiátrico. Hoy tengo además kinesiólogo y terapeuta ocupacional. Tengo controles broncopulmonares, porque sufrí quemaduras en la tráquea, y en las córneas, por lo que perdí e 10% de la visión. Hay secuelas que a simple vista no se ven. Hay gente que me dice: “oye, pero tú estás bien”, y eso es fuerte sicológicamente, porque la gente no ve el proceso que hay detrás, todo lo que significa una recuperación. Por ejemplo, yo voy a tener que usar lentes. En las manos aún no logro movimientos de rangos completos, y eso lo evalúa la Mutual. Yo no estoy dado de alta, pero no puedo tener una pensión por discapacidad, porque puedo trabajar, pero aún no, porque sicológicamente es otra cosa. Ahora no puedo, no me siento preparado. Yo soy súper tirador para arriba, pero no estoy apto para volver, no puedo, hay cosas que no me puedo recuperar aún. Tan solo imaginarme en esa caseta de dos por dos me aterra.

Económicamente no es tan complicado, pues Pablo Ramírez, está cubierto por el seguro laboral y sigue recibiendo su sueldo. “Yo aún soy empleado de Servipag, y ellos quieren que yo siga trabajando, pero para mí es complejo, y para mi familia es complejo”.

-¿Y salir a la calle a pasear, a comprar, cómo manejas eso, es más fácil con el paso del tiempo?

– La gente olvida rápido, así que ya no me reconocen tanto y puedo salir más tranquilo. Igual es complicado, porque mi estado de alerta es distinto, preocupado de cosas que antes no me importaban. Ahora se me acerca alguien de improviso y me asusto. Hay un daño residual que siempre va a estar conmigo, desde mi accidente nunca más dormí profundamente, porque ruido que escucho me despierto. O nunca me duermo antes de la una de la mañana, pero trato de no darle muchas vueltas al asunto.

– ¿Cómo va el proceso judicial?

– La Fiscalía ya ha pedido dos veces que se amplíe el plazo de investigación, pero para ser honesto, es algo que para mí ya pasó a segundo plano. Es cierto que uno pide una justicia, sin afán de venganza, sino que esto no vuelva a pasarle a nadie más, y que nadie vuelva a cometer una atrocidad como la que me hicieron.

– ¿Has pensado en el momento del juicio oral, de declarar, de enfrentar a tus agresores?

– Son cosas que uno piensa, pero no sé cómo voy a reaccionar. Sólo ese día me daré cuenta si enfrentarlos significará un retroceso para mí, pero la verdad es que yo ya no le tengo ni rabia ni rencor a quienes me agredieron, que la justicia haga su pega, que hagan lo que tengan que hacer, porque el rencor me hace más daño a mí que a ellos. Ahora en primer plano está mi familia, mis estudios, volver a ser la persona que era antes y para eso necesito tiempo. Si estoy mejor es gracias a la red de apoyo que yo tengo, mi señora, mi hermana, mis primos, ellos formaron un movimiento que una persona común y corriente nunca se hubiera imaginado.

La hermana de Pablo, Sigrid, se movilizó para mover a las autoridades y parlamentarios para lograr medidas contra la delincuencia, “pero yo llegue a un punto en que no quería hablar con nadie. Sólo quería disfrutar de las cosas simples de la vida y nada más, porque después de lo que me pasó cambia tu visión de vida, porque si yo me demoro dos segundos más no habría salido de esa caseta”.

En cuanto a sus desafíos para salir adelante, Pablo quiere bajar los kilos que subió mientras estuvo en la Mutual. Entró a clases de Artes Marciales Mixtas, “por un tema de que la vida es tan corta, que quiero hacer otras cosas. Me compre patines, son cosas tan triviales, que uno llega a viejo y dice ‘¿por qué no las hice?’. Después de lo que me pasó, le dije a mi señora que nos fuéramos de vacaciones, hace muchos años que no lo hacíamos y nos fuimos a Camboriú. “Pescamos nuestras cosas, y nos fuimos una semana exquisita allá, lo pasamos espectacular. Y de eso se trata, de sentir que la vida es tan frágil y uno a veces pierde tanto tiempo haciendo nada Uno llega a la casa cansado, quiere puro tirarse a dormir, y al día siguiente parte de nuevo la rutina. Y yo estoy muy ávido de todo, de salir, de aprender cosas nueva. Creo que hoy todo tiene otro sentido para mí”.

 

Fuente: El Diario, de Concepción