Cuando se revisan en detalle las últimas cifras y estadísticas anuales (2014) de accidentes laborales con resultado de muerte, las luces de alarma no tardan en aparecer. En primer término, fueron 392 personas las que fallecieron al realizar actividades relacionadas con su trabajo, es decir, se da la triste estadística de que más de una persona muere trabajando cada día.

De los trabajadores fallecidos, 254 fueron por accidentes del trabajo propiamente tal (65%) y 138 por accidentes de trayecto (35%), que son los que ocurren cuando un trabajador va de su casa al trabajo o viceversa. Y detallando aún más, preocupa que hubo al menos un vehículo involucrado (particularmente camiones) en un 59% de los accidentes fatales de trabajadores.

De los accidentes descritos, el 64% ocurrieron en la vía pública, en calles y carreteras de libre circulación, en las cuales elementos externos como señalética y/o iluminación no siempre reúnen las condiciones óptimas; mientras que sólo un 21% de los eventos ocurrieron en las propias faenas.

Si bien la tasa de accidentabilidad laboral ha disminuido progresivamente, por lo que nuestro sistema es valorado internacionalmente y reflejan el trabajo mancomunado entre trabajadores, empleadores y mutualidades, nos preocupa y trabajamos a diario para que las muertes por accidentes lleguen a cero, porque un episodio con causas fatales no solo involucra a un trabajador sino que también hay toda una familia que se ve afectada.

Es fundamental contrarrestar el fenómeno que fue creciente en 2014, conocer las causas del por qué la presencia de vehículos es factor común para así saber cómo detenerlo y posteriormente tomar líneas de acción preventivas.

Diversos estudios concuerdan que las principales causales de accidentes fatales del trabajo con vehículos involucrados, se relacionan a la ausencia de programas preventivos, capacitaciones adecuadas y al monitoreo inapropiado de los conductores de estos medios de trasporte.

Los camiones son difíciles de conducir, especialmente en un clima y geografía tan variada como la de Chile, por lo que se debe instruir a los trabajadores de acuerdo a esta diversidad. Son una seria de factores que influyen en los niveles de riesgo, tales como la lluvia (que afecta directamente la adherencia del vehículo), el sol, la neblina y los distintos tipos de vientos que perjudican la visibilidad de los conductores. Esto sin considerar los efectos de los fenómenos naturales como la caída de ramas a las vías o que la propia carga del vehículo es mal estibada.

Por otra parte, son sabidas y a estas alturas evidentes, aunque muchas veces olvidadas, medidas como el no consumo de alcohol y drogas al manejar, mantener a los vehículos en buenas condiciones técnicas (especialmente los frenos) y siempre manejar a la defensiva.

Pero igual o más importante es prestar atención a factores que pasan desapercibidos o sin vigilancia, como los incumplimientos en las jornadas laborales y sus respectivos descansos para conductores de buses o camiones, o la presencia de fatiga en el conductor, la cual puede estar provocado por un sinfín de razones no laborales (mala alimentación, problemas mentales, obesidad, depresión y problemas personales entre otros) y que puede gatillarse aun cuando el conductor y su empleador cumplen plenamente con la ley laboral.

Puede que nadie se dé cuenta cuando un trabajador se equivoca mientras hace labores administrativas en una oficina. Pero cuando una persona se equivoca manejando un vehículo, le puede costar la vida y a muchas personas más. Por ello, no basta sólo con cumplir la ley.

Afortunadamente, existen tecnologías que ayudan a prevenir estas fatalidades, tales como alertas auditivas para el control de la velocidad, monitores del sueño y detectores de fatiga que se instalan en los vehículos, monitores que alertan si un conductor va distraído, dispositivos de bloqueo del sistema de partida por hálito alcohólico, sistemas de radares diseñados para detectar objetos para ayudar al conductor, implementos de monitoreo para la presión de los neumáticos y un amplio abanico de otras medidas que se pueden aprovechar.

Es cierto que hay empresas que se han destacado, han innovado y han invertido en este tipo de medidas. Como vimos en una columna anterior, invertir en prevención siempre es buen negocio y así ha sido para estas empresas líderes. Pero siguen siendo casos marginales y todavía hace falta mucho por hacer.

Además, los empleadores deben preocuparse del bienestar y salud de sus trabajadores siempre y en todo momento, y las mutualidades brindan programas específicos y una asesoría experta gratuita en ésta y otras materias, por lo que las herramientas existen. Es hora de empezar a usarlas.

En especial, su implementación debería iniciarse en los trabajos que comprenden camiones y buses o vehículos de gran magnitud, por cuanto sus accidentes van aparejados con una gran cantidad de víctimas inocentes.

Al mismo tiempo, la responsabilidad que le compete al Estado en garantizar la salud y seguridad de la población no puede ser olvidada. En nuestro país las cifras dan cuenta de un grave problema en seguridad vial y en el tránsito: en 2014 hubo 1.630 muertes en estas circunstancias y 78.445 accidentes, la mayor cifra en la historia de Chile.

 

Columna de Ernesto Evans, Presidente de la Asociación de Mutuales

 

Fuente: Cooperativa