Entre un 10% y un 15% de la población puede sufrir problemas de micción involuntaria, con mayor prevalencia entre las mujeres. En los adultos mayores, la cifra se eleva hasta un 40%. La implantación de un electrodo similar a un marcapaso cardiaco permite controlar la micción involuntaria, con un notable efecto sobre la calidad de vida y autoestima de las personas.

La incontinencia urinaria se define como la pérdida involuntaria de orina y existen dos tipos de incontinencia. Una es la incontinencia “de esfuerzo”, que implica que los mecanismos de sostén del esfínter -que es el músculo que permite contener la orina- empiezan a relajarse producto del paso de los años y, en el caso de la mujer, de los partos.

“Cuando la persona hace fuerza, el esfínter no es capaz de sujetar bien la orina y se produce el escape”, señala el doctor Reynaldo Gómez, jefe de Urología del Hospital del Trabajador ACHS, precisando que este tipo de incontinencia es operable.

El otro tipo de incontinencia urinaria se denomina “de urgencia”, y se origina porque la vejiga, por alteraciones de los reflejos que la controlan, se contrae por su cuenta produciendo micción y con ello escape de orina de manera anticipada y sin el control voluntario de la persona. “El paciente siente un deseo imperioso e incontenible de orinar, muy fuerte, y si no llega a un baño a tiempo, simplemente se orina”, dijo el doctor Gómez.

Este tipo de incontinencia no es operable, pero se puede tratar con distintas técnicas: ejercicios para reentrenar los reflejos que controlan la vejiga, medicamentos anticolinérgicos que bloquean los receptores del mal funcionamiento o inyecciones de toxina botulínica, que es eficaz, pero cara.

Entre un 10% y un 15% de la población general puede tener problemas de incontinencia urinaria, la que va aumentando a medida que pasan los años, siendo más frecuente entre las mujeres, por factores obstétricos. Incluso, puede haber una prevalencia de hasta un 40% en el grupo de personas sobre los 70 años.

ADIÓS AL PAÑAL

Los nervios sacros son los encargados de modular la actividad vesical, intestinal y eréctil. Consiste en realizar una punción en la zona sacra (parte baja de la espalda, sobre los glúteos) y colocar un electrodo al lado de la raíz nerviosa que controla la sensibilidad de la vejiga. “Lo que se hace es una estimulación externa del nervio; es decir, mediante pulsos eléctricos leves se logra interferir con las respuestas anormales vesicales que producen la disfunción miccional del paciente”, explica el urólogo.

Esta técnica, llamada Interstim®, es aplicable para incontinencia de urgencia, cuando los tratamientos de primera línea han fallado. El estimulador externo se prueba por algunos días para observar el efecto.

Si la persona nota mejoría, se implanta en una segunda etapa el generador definitivo -que es igual que un marcapaso cardiaco- el que empieza a enviar los estímulos eléctricos al electrodo y eso bloquea los reflejos anormales. La respuesta es inmediata, permitiendo al paciente controlar su vejiga a voluntad.

El Interstim® es un procedimiento sencillo, que se realiza con anestesia local y de forma ambulatoria. El Hospital del Trabajador ACHS fue pionero en la utilización de esta terapia en Chile: empezó a aplicarla en 2013 y a la fecha se han tratado 17 pacientes, con resultados muy positivos en 15 de ellos. “Personas que orinaban cada una hora o se levantaban entre cinco y seis veces en la noche, después de este tratamiento

AUTÓNOMO

Elisa Aroca cruzaba por un paso cebra para tomar su micro local cuando un camión la atropelló. A las múltiples fracturas del cráneo se sumó una lesión auditiva, problemas de equilibrio, pérdida de memoria, compromiso visual y se determinó, con el correr de los meses, que padecía de vejiga neurogénica: el cerebro no manda órdenes para controlar la expulsión de la orina.

“Me orinaba hasta el punto de humedecer los zapatos. Me daba mucha vergüenza hablarlo incluso con el médico, pero otro paciente que estaba conmigo en terapia en el hospital me dijo que mi problema tenía solución”, cuenta Elisa. Tras probar tratamientos farmacológicos que no fueron tolerados por la paciente, se optó por implantarle el dispositivo los primeros días de noviembre del 2013.

A la fecha no ha tenido inconvenientes, dejó de tomar medicamentos y a juicio de Elisa “me cambió la vida”. “Vuelvo a sentirme autónoma, vuelvo a ser mujer, ya no me escondo y disfruto de los paseos e invitaciones junto a mis hijos. En definitiva, es tener una mejor calidad de vida” señala Elisa.

Asimismo, Ricardo Meyer tras su accidente en moto quedó con un 70% de invalidez. Pasó de tomar tres medicamentos al día para controlar su incontinencia urinaria, a dejar de consumirlos cuando optó por la alternativa del estimulador externo. “Acepté que me pusieran el dispositivo y de la noche a la mañana mejoré de inmediato”, indica. Y agrega “lo recomiendo en un 100%. Realmente a mí me cambió la vida”.

 

Fuente: Diario 21 de Iquique