El ex gerente general de Pelambres y Colbún cuenta que llegar a Techo fue saldar una deuda personal pendiente y que planea hacerlo crecer en Latam.

Por Alejandra Maturana.

Fue gerente general de Colbún y de mineras Los Pelambres y El Tesoro, donde destacó, tanto por el buen desempeño económico de las compañías, como por su preocupación social dentro y fuera de ellas.

En su primera entrevista tras asumir como director ejecutivo de Techo Latam, el también director de Empresas Conscientes, Ignacio Cruz, se refirió a su paso del mundo privado a la cabeza de la ONG más grande del país y enfatizó en la necesidad de que políticos, empresarios y civiles dejen de lado sus diferencias y trabajen conjuntamente por una mejor sociedad para todos.

– ¿Por qué decidió liderar Techo?
– Mi llegada tiene que ver con una sensibilidad social que traigo desde la cuna y que para mí había sido un tema pendiente. Siempre he sentido la necesidad de dedicarme a los más necesitados, y me entretiene enormemente la formación de jóvenes, por lo que vi en Techo una oportunidad. Ahí se produce una amalgama extraordinaria que debería generar el día de mañana grandes líderes para Chile y toda Latinoamérica, líderes conscientes que se sientan parte de esa sociedad y quieran contribuir a que sea mejor.

– ¿Cómo un gerente general puede ejercer un liderazgo consciente?
– Un gerente general debe ser muy consciente de su liderazgo ya que siempre todos están observando que hace, cómo lo hace, lo que dice, lo que no dice, cuando habla y cuando calla. Por eso, la coherencia entre su hablar y actuar tanto dentro como fuera de la empresa es la mayor responsabilidad que tiene, pues con su accionar genera cultura.

– ¿Cómo fue pasar de liderar grandes empresas a una ONG?
– Es distinto, pero hay cosas básicas. Techo es como una empresa más a pesar de que no tiene el objetivo de ganar dinero, pues yo siempre busqué en las firmas que lideré generar una causa noble que motivara a la gente. Entonces, al igual que en las empresas aquí debes trabajar con todo tu entorno y generar beneficios para todos: los voluntarios, los trabajadores de Techo, la gente de los campamentos, las autoridades, los gobiernos, las empresas, la sociedad en su conjunto. Se requiere de una propuesta de valor para todos ellos.

– ¿Qué aprendizaje rescata de su experiencia en el sector privado?
– Desde mi liderazgo en empresas siempre me movió cómo valorar más a las personas, por lo que me preocupé de abrir espacios para que la gente pudiera desarrollarse y fomentar el trabajo en equipo, cosas que también son fundamentales en una organización como Techo. Quizás lo que más cuesta entender o asimilar es que al estar todos trabajando por el bien común, lo primero que piden los grupos de interés a las empresas es que hagan bien su pega, pues para eso son expertas y por eso deben hacerla impecable. En Techo es lo mismo. La relación con las comunidades y autoridades debe ser impecable para articular las redes que necesitamos para que la gente tenga las oportunidades que se merece. No es fácil, pero hay una gran energía, un aire tan positivo que dan ganas de hacer las cosas.

– ¿Qué planes tiene para Techo?
– Techo tiene que seguir creciendo. El nivel de pobreza en Latinoamérica es para ponerse a llorar, y frente al drama que es esto y la desigualdad no me puedo quedar tranquilo. Pero Techo es sólo un granito de arroz, quiero que crezca, que llegue a mucha más gente y tenga mayor incidencia en que las políticas públicas se hagan cargo de esta situación. Techo no puede resolver este problema solo, necesitamos a todos sentados en la mesa. Los líderes conscientes entienden que son protagonistas en el mundo y no víctimas de lo que pasa, por lo que saben que son responsables de transformar al país.

– ¿Cómo lograrlo?
– Construir Chile es tarea de todos y cuando queramos asumir esta responsabilidad será otro el cuento. Hay que parar de decir lo que «hay» que hacer y empezar a decir lo que «tenemos» que hacer. En Chile estamos sumidos en un círculo vicioso donde lo que más levantamos son problemas, conflictos, malas prácticas y nadie muestra lo bueno. Tenemos que dialogar sobre qué podemos hacer bien y cómo lo hacemos mejor, sobre nuestra realidad de pobreza pero con amor por el pobre que tiene una riqueza espiritual tremenda que tenemos que aprovechar, con cariño por la gente que cometió un error y quiere salir adelante. Hay miles de qué hacer, pero hay que plantearlo desde lo constructivo, no lanzando piedras.

– ¿Ve a un Chile dividido?
– Chile es un país de gente amable y cariñosa, pero pareciera que lo estamos perdiendo. Tenemos que sacarlo nuevamente a flote y mirar el futuro con optimismo. Yo creo que la Presidenta sí debió haber ido a la cena de la Sofofa porque el Gobierno tiene que trabajar con los empresarios, y no tenemos que seguir criticándonos uno a otros, sino que sentarnos en una mesa, pensar el Chile que queremos y construirlo juntos. El poder político no necesita que los empresarios le den plata para que hagan lo que quieren, sino que ambos se necesitan para trabajar en conjunto. Y no sólo ellos, la sociedad civil también tiene que estar en esa mesa planteando lo que requiere y aportando. El problema es que cada uno se quiere llevar el país a su bolsillo, y así no construimos nada.