Este 2015 el Consejo Nacional de Innovación para el Desarrollo (CNID) cumple una década y uno de sus objetivos al comienzo fue impulsar una política alternativa a la dependencia del cobre. ¿Cuánto se avanzó?.

Por Alfonso González.

El debate está instalado. ¿Chile logró aprovechar el boom minero en beneficio de otras áreas para disminuir la dependencia que la economía chilena aún mantiene del cobre?

En 2005, comenzó a sonar con fuerza la idea de que Chile debía generar una estrategia para lograr un desarrollo económico no solo en base a los recursos que aportaba la minería.

Así, en la última parte del periodo presidencial de Ricardo Lagos, se aprobó el impuesto específico a la minería (royalty) que afectó principalmente al metal rojo. Entonces, para administrar esos recursos, nació el Fondo de Innovación para la Competitividad (FIC), tras lo cual se creó el Consejo Nacional de Innovación para la Competitividad (CNIC).

Una de las propuestas elaboradas fue la aconsejada por el Boston Consulting Group en un informe y entregada a Nicolás Eyzaguirre -segundo presidente de la instancia (2006-2008)- conocida como política de cluster, o encadenamientos productivos. Buscaba priorizar los diversos sectores productivos a través de innovaciones para optimizar el uso de los recursos del país.

Pues bien, han pasado 10 años desde que comenzó a funcionar esa instancia de origen pública-privada, y, mientras se acaba el boom minero, se instaló la duda de cuánto se avanzó en esta materia.

«Vino un ciclo de alza del cobre impresionante, lo cual en la práctica ha significado que el crecimiento de Chile ha tenido un impacto en las finanzas públicas e incluso en el impacto del consumo de las personas. Pero no hemos aprovechado de la manera más inteligente ese proceso: se han hecho algunas cosas, pero no todo lo que podríamos hacer», admite el presidente del actual Consejo Nacional de Innovación para el Desarrollo (CNID), Gonzalo Rivas.

No obstante, expresa «pavor» que el país repita la misma situación que ocurrió con el salitre, ahora con el metal rojo. «Sería una locura que de nuevo Chile, habiendo tenido un discurso que no podemos repetir la experiencia del salitre, lo vayamos a repetir de nuevo. Es bien pavoroso. Me impresiona que este tema no esté en la urgencia de las urgencias».

El vicerrector de Investigación y Desarrollo de la Universidad de Chile, Flavio Salazar, no considera que esta política de cluster haya sido un fracaso, pero cree que «no se ha completado la tarea. Cuando hablamos de posicionar a la ciencia y a la tecnología en el centro de un diseño, de un modelo de desarrollo, hablamos de un tema estratégico, que trasciende uno o dos gobiernos. En el fondo tiene que ver con cómo esperamos que sea Chile en los próximo 30 ó 50 años. Saber de qué va a vivir Chile en esas décadas. Se han generado algunos avances, pero ahora viene la apuesta potente».

En esa línea, Rivas asegura que «no hay ninguna posibilidad de alcanzar el desarrollo sin lograr incrementar la capacidad innovadora, incrementar la gestión y aplicación de conocimiento, y para eso a la vez requieres que haya política acordadas y sostenidas en el tiempo. Así como se formó un consenso de políticas macro en Chile, tenemos que generar un cierto consenso en políticas que tengan fuerte respaldo en materias de innovación científica y tecnológica».

¿Avanzó el CNID?

Eduardo Bitrán, ex presidente de la instancia y actual vicepresidente ejecutivo de Corfo, asegura que «el impacto que ha tenido el consejo fue positivo al comienzo. Pero ya en el mediano plazo es más bien frustrante, porque la economía chilena y el país –y no estoy hablando de un gobierno en particular, estoy hablando de una perspectiva largo plazo- no tiene la prioridad en el crecimiento basado en el conocimiento, en la innovación, en la sofisticación y la diversificación (…) y esa es la misión del consejo, instalar esto en la sociedad chilena como un tema fundamental».

¿Por qué ha costado tanto entender la importancia de este tema?

Rivas expone tres razones: «primero, no tienes una gran masa de dolientes, gente que vaya y diga “queremos esto».

«Segundo, que aún mucha gente que todavía piensa que este es lujo que se dan los países desarrollados, en vez de darse cuenta que en verdad que el lujo hoy en día es no invertir para tener un desarrollo futuro».

«Y el tercer gran problema, es que son inversiones que rinden en plazos más largos y en consecuencia tienen poco que mostrar. Y ahí nos come la urgencia en vez de la importancia».

Duplicar recursos y mayor institucionalidad

«Yo valoro las políticas como algo positivo, pero con la salvedad de que no son suficientes, para un país con el nivel de desarrollo de Chile obviamente tener un 0,4% del PIB destinado a ciencia y tecnología es absolutamente insuficiente, por lo tanto hay que hacer un esfuerzo muy importante en estos momentos», dice Salazar.

En ese sentido, indica que lo primero es colocar como un motor, un elemento clave del modelo de desarrollo del país a la ciencia y la tecnología, eso es un decisión política central. Nosotros hemos basado nuestro bienestar, nuestra riqueza en la explotación de recursos naturales y eso tiene siempre riesgo de agotamiento. Eso va a ser así, el cobre, la pesca en el mar, todo tiene una fecha límite por lo tanto es el momento de buscar formas alternativas basadas más en las capacidades humanas, en el conocimiento.

Como estamos en esa disyuntiva, lo importante ahora es hacer una inversión potente que ponga a la ciencia y la tecnología como uno de los motores del desarrollo. Y para eso, existen acciones: generar una institucionalidad de la ciencia y la tecnología. Se propone un ministerio de la Ciencia y la Tecnología que sea capaz de articular y diseñar una política al desarrollo del país.

«El financiamiento debe multiplicarse, a través de fortalecimiento de los centros de investigación y universidades, que son las que realizan casi el 95% de la investigación en Chile. Mayor presupuesto y mayor institucionalidad», concluye.