«El pasado martes 28 de abril se conmemoró el “Día Mundial de la Seguridad y Salud en el Trabajo”, fecha promovida por la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y que en 2015 busca ayudar al desarrollo de una cultura de la prevención en materia de Seguridad y Salud en el Trabajo en el mundo.

La relevancia de este asunto es incuestionable considerando que, según las estadísticas de la OIT, cada 15 segundos, a nivel global, muere un trabajador como consecuencia de un accidente del trabajo o enfermedad profesional. Por eso, parte importante de la estrategia de la OIT en esta materia, son las actividades organizadas año a año relativas a esta fecha, como una forma de sensibilizar con el propósito de hacer crecer la valoración por la salud y la vida de nuestros trabajadores.

En Chile, el número de accidentes laborales se ha reducido notablemente en los últimos años. Según cifras oficiales de la Superintendencia de Seguridad Social, para el año 2014 se observaron 235.677 accidentes laborales, 1,4% menos que en el año 2013 y 15% menos que lo observado en el año 2011, lo que por cierto es un importante avance. En cuanto a mortalidad, el año 2014 hubo 392 casos, esto es 70 trabajadores menos que en 2013.

Una mirada estadística nos dice que los resultados son positivos, que estamos mejor que antes y en una tendencia hacia la reducción de accidentes laborales. Sin embargo desde una mirada humana, no podemos estar satisfechos mientras exista un solo trabajador que sufra un accidente grave o pierda la vida como consecuencia de su trabajo. A ninguna familia y empresa le importarán estos buenos números si uno de estos casos le es propio.

En buena hora, nuestra sociedad es cada vez más exigente en diversas materias, incluyendo la Seguridad y Salud en el Trabajo. Esto hace que se vuelva primordial para las empresas seguir avanzando en una gestión del riesgo especializada para continuar la reducción de estas cifras. Pero la profesionalización en la gestión de riesgos debe ser acompañada por una dimensión ética, sin la cual será imposible lograr progresos importantes en esta materia.

Esto significa incorporar la seguridad como un valor permanente a su organización, permeando a las personas que la conforman, a sus familias y a la sociedad. Ello no sólo les facilitará reducir la accidentabilidad de forma continua, asegurando la sustentabilidad de su actividad, sino también aportar al desarrollo económico y al bienestar social del país. Todos estos elementos contribuyen a nuestra máxima aspiración: construir una Cultura de Seguridad para Chile».