Casos en Chile se suman al de otras naciones:

No solo dan tranquilidad y bajan el estrés. Las áreas verdes pueden diseñarse con el objetivo de ayudar en la terapia de rehabilitación o estimulación cognitiva de los pacientes.

Por Paula Leighton N.

Una caminata por un parque o un paseo por el jardín podría ser parte de las indicaciones para pacientes que han sufrido un accidente cerebrovascular, que se recuperan de estrés postraumático o tienen algún tipo de demencia.

Cada vez son más los centros de salud que -avalados por evidencia y estudios científicos- están integrando jardines y áreas verdes diseñados para apoyar la rehabilitación física de sus pacientes, mejorar su salud mental o reducir el estrés.

«Un jardín terapéutico está diseñado para lograr un objetivo específico y medible. Trabajando en estrecha colaboración con profesionales de la salud, el jardín se diseña para ayudar a los pacientes a lograr un objetivo terapéutico», describe Stephen Mitrione, médico y arquitecto paisajista de Allina Health en un artículo publicado este mes en la revista The Lancet Neurology.

Vista verde

Chile no está ajeno al poder terapéutico de los jardines.

En la Clínica Los Coihues, centro dedicado a neurorrehabilitación en Estación Central, las áreas verdes están expresamente diseñadas con el objetivo de contribuir a la terapia de los pacientes. La mayoría ha sufrido accidentes cerebrovasculares, TEC u otros cuadros neurológicos que les obligan a volver a caminar o aprender a usar una silla de ruedas.

Las áreas verdes incluyen «planos inclinados, senderos de ripio favorables para rehabilitar, pasto y otras superficies que ofrecen a los usuarios desafíos similares a los que van a encontrar en la calle», explica el kinesiólogo Michel Manríquez.

Una experiencia similar tienen los pacientes del Instituto Nacional de Rehabilitación Pedro Aguirre Cerda, en Peñalolén. En abril se inauguró ahí una plaza inclusiva. Este espacio, dotado de jardines, rampas con pasamanos, escaleras, suelos de cemento, adoquines, grava y rejilla, busca que niños y adultos se entretengan, compartan con su familia y a la vez realicen actividades de rehabilitación.

Desde diciembre, el Hospital del Salvador, que cuenta con un parque y más de 20 jardines interiores -muchos de ellos abandonados-, es escenario de otra intervención que busca mejorar la salud mental a través de la naturaleza.

El Patio de los Naranjos o del quiosco -uno de los más concurridos- es el segundo que experimenta un cambio total gracias al trabajo de la Fundación Inspira, dedicada a recuperar espacios de naturaleza en hospitales y consultorios.

El patio, que hasta hace poco era solo tierra, escombros y algunos naranjos, está convirtiéndose en un jardín con papiros, liquidámbares que cambian de color a lo largo del año, arbustos y coloridas flores. Pronto sumarán una escultura, mesitas y sillas para los usuarios.

El beneficio no es solo para los pacientes cuyas ventanas dan al patio, dice Verónica Novoa, socia fundadora de Inspira. «Queremos instalar una cultura donde estos espacios verdes sean parte de las rutinas de recuperación y ayuden a bajar el estrés hospitalario de los pacientes, sus familias y los funcionarios».

Se apoyan en estudios del investigador sueco Roger Ulrich, quien comprobó que pacientes cuyas ventanas dejan ver el follaje de árboles salen de alta más rápido, toleran mejor el dolor y tienen menos complicaciones postoperatorias que quienes ven un muro de ladrillos.

La iniciativa pronto se multiplicará a otros dos patios del hospital y ya trabajan en un jardín especialmente destinado a los pacientes hospitalizados del Instituto Nacional del Cáncer, cuenta Doris Erlwein, directora ejecutiva de la fundación.

Para reactivar la memoria
Un jardín con una puerta única para entrar y salir, un recorrido en forma de 8 que evita perderse y vegetación que ayuda a recordar la que dominaba cuando los pacientes eran jóvenes, son algunas características del «Jardín Viviente» en el Family Life Center de Michigan, un centro de atención a pacientes con alzheimer. Este es uno de los múltiples ejemplos de jardines terapéuticos descritos en The Lancet para personas con demencias. La mayoría incorporan elementos, fragancias y fauna que ayudan a despertar recuerdos, calmarse y ejercitar.

«En demencia, la experiencia con jardines y huertos es ya antigua», dice el doctor Patricio Fuentes, neurólogo del Hospital del Salvador. Señala que estos «estimulan la actividad física (caminar por senderos, agacharse a desmalezar); mejoran el comportamiento, al reducir el estrés del confinamiento; asignan un rol social (dan una tarea de responsabilidad y rutina a la persona) y estimulan la interacción con otros, lo que es un estímulo cognitivo». Una rutina diaria de caminar por la plaza o cuidar un área del jardín son medidas que la familia o cuidadores de un paciente podrían incorporar para mejorar su calidad de vida, sugiere el neurólogo.