Oscar Landerretche dice que no hay que «dramatizar» con los efectos de la reforma, que el ex ministro Andrés Velasco está equivocado en sus críticas al proyecto y que el FUT hoy sólo «es un forado gigantesco para la especulación financiera».

Por Pamela Jimeno Ocares.

DICE que le molesta mucho ver cómo una parte de los cuestionamientos que ha recibido el proyecto de reforma tributaria por parte de sus colegas de oposición y también del empresariado “están marcados por una crítica ideológica encubierta, como si tener ideología fuera malo y fuera un misterio que hay sectores a los que los impuestos no les gustan”.

Para el economista de la Universidad de Chile, Oscar Landerretche, los ataques al proyecto con que el Ejecutivo busca recaudar en régimen 3% del PIB para financiar la reforma educacional y su programa responde a la heterogeneidad que se da por la “cercanía casi emocional de los políticos de derecha con el empresariado” y, por eso, cree que tal relación debe transparentarse en el Congreso.

“El proyecto lo que busca es que los grandes empresarios sí paguen más impuestos. Las estimaciones es que en el decil más rico, donde están los grandes empresarios, la carga tributaria se va a duplicar y no veo el problema en reconocerlo”, afirma.

Economistas de oposición dicen que es un error tratar de mejorar la distribución con impuestos…

Estoy muy en desacuerdo. La lógica de quienes opinan así, que son, entre otros, los críticos de la reforma tributaria, es que ellos dirían ‘mire, no haga redistribución con los impuestos, sino con gasto, porque cuando usted redistribuye con impuestos genera distorsiones’. Pero esa afirmación supone que cuando se hace redistribución con gasto no se genera distorsiones y eso es falso. Si uno cree eso y que también los impuestos generan distorsiones, lo que ocurre es que ambas cosas generan distorsiones. Y cuando hay dos cosas que generan distorsiones se debe distribuir el costo entre esas dos cosas o como diríamos en economía: es mejor una solución interior a una solución esquina. Casi cualquier modelo genera que los óptimos son las soluciones interiores y, por tanto, decir que es un error corregir los problemas de distribución del ingreso con impuestos incluye, a su vez, el supuesto de que la única manera de generar redistribución neutra es a través de gasto y eso no es cierto.

También se dice que el gobierno no ha dimensionado los efectos de la reforma porque, entre otras cosas, no conoce cómo funcionan las empresas y la economía real. ¿Qué le parece esa crítica?

Con esos juicios hay que ser cuidadosos, porque todos los trabajadores chilenos participamos en la economía real. De hecho, pienso que los trabajadores chilenos quizás tienen un concepto bastante más concreto de lo que es la economía real que un señor empresario encerrado en Sanhattan. Tengamos cuidado con los juicios peyorativos respecto de las opiniones de los ciudadanos que participan de esta economía. No sé si alguien que estudió en un colegio del barrio alto, que estudió en una universidad del barrio alto y siempre ha estado acomodado en sillones, sea realmente un mejor juez de qué es lo que es real y qué no lo es.

¿Es una crítica ideológica más que técnica?

Creo que hay de las dos. Hay una crítica ideológica en el buen sentido de la palabra, porque hay personas que consideran que el Estado debe ser más chico. Yo estoy en desacuerdo, pero es lo que están defendiendo y me parece válido, porque, además, están siendo explícitos y eso, por ejemplo, se lo he escuchado así a Carlos Larraín (presidente de RN). Hay otras personas que critican aspectos técnicos de la reforma por el tipo de mecanismo propuesto y el efecto que tendría y eso es válido, porque hay una reflexión. Pero lo que no me gusta es cuando las críticas tratan de esconder argumentos ideológicos detrás de argumentos técnicos. Es gente que se opone a que le suban los impuestos, porque si incluso se propusieran otros impuestos también lo rechazarían. En ese caso la discusión me molesta, porque uno sabe que no es un debate técnico y tampoco ideológico, sino que es un debate encubierto.

¿Falta transparencia?

Debatir honestamente desde un punto de vista ideológico es entender la democracia. Yo creo en la democracia y, por eso, no tengo ningún problema en reconocer que yo sí quiero un Estado más grande y que tengo una motivación ideológica detrás. La ideología es un ordenamiento de las concepciones que uno tiene sobre cómo debe ser la sociedad y así como me parece correcto tener el derecho de escoger una u otra opción, también me parece correcto ser explícito en el planteamiento ideológico y transparente en el debate público.

¿A quién apunta su crítica?

Para ser bien sincero, he visto ese tipo de crítica encubierta más bien desde el empresariado. Es una crítica bastante como intentando pasar gato por liebre, en el sentido de que hay una oposición ideológica respecto del tamaño del Estado y se trata de camuflarla debajo de objeciones técnicas que no tienen sustento. En el Parlamento he visto bastante honestidad por parte de los parlamentarios y los políticos de derecha, y eso está bien.

En la Nueva Mayoría también hay posturas poco claras…

Es cierto, pero creo que son más bien críticas y objeciones a puntos específicos, de que hubieran preferido otras alzas de impuestos a cambio de otras bajas…

La DC rechaza de plano la baja de la tasa máxima a la renta personal (desde el 40% a 35%) y pide cambios en materia de elusión o no dan su voto. Es más que objetar…

Yo tampoco quería bajar la tasa máxima, pero no tengo ningún voto que ofrecer… Pero está bien, no es una crítica general a la reforma, no es que estén objetando el conjunto del proyecto, su fin y su objetivo redistributivo. Se trata más bien de objeciones técnicas y políticas a aspectos particulares y son válidas. Tampoco me gusta esto de que ante cualquier crítica como que se van a taimar y se van a cerrar a discutir. Una de las cosas que más detesto del ambiente político es el ninguneo al Parlamento. Esa es la institución donde está representada la voluntad del pueblo y ahí tiene que debatirse esta reforma.

¿Cuando habla de taimados se refiere al gobierno?

A algunos analistas y algunas personas de gobierno les molesta en demasía que se les cuestione o se les haga una crítica; como que pierden la compostura. No creo que sea bueno. Uno debe estar dispuesto a aceptar que puede haber cometido un error, que incluso en la lógica de lo que quería se pudo equivocar; lo otro es un grado de arrogancia increíble. Pero también si a uno le descubren un error no significa que están cuestionando su capacidad técnica. Hay un famoso teorema antiguo de economía política que se llama el Teorema de Condorcet, en el cual se demuestra matemáticamente que cuando cada persona tiene una probabilidad pequeña de acertar en una pregunta, si agregas muchas personas la probabilidad de acertar conjunta sube exponencialmente. En el fondo quiso demostrar que la democracia es buena, que si más personas juntan sus cabezas siempre se logran mejores soluciones.

“NO ES EL FIN DEL MUNDO”

¿Comparte los plazos que puso el gobierno? Aprobar la reforma en la Cámara de Diputados antes del 21 de mayo y despacharla del Congreso antes de septiembre…

Los tiempos dan como para tener un buen debate sin que se eternice y que la reforma puede estar lista este año como para que en 2015 comience a implementarse. Me parece normal que en la gestión legislativa de un gobierno se fijen plazos que ayuden a mover la cosa. En los parlamentos de los países desarrollados hay una figura que aquí no tenemos, el whip (látigo), que es el parlamentario encargado de que las cosas ocurran, porque si no es así, termina pasando lo que acá, en que las cosas se demoran años. El miércoles se acaba de aprobar el voto chileno en el exterior, pero hace 20 años que llevamos discutiendo el tema. Hay que ponerle un poco de presión a los parlamentarios.

Hay sectores oficialistas que creen que los plazos pueden no cumplirse y en la derecha que es irresponsable hacerlo tan rápido.

Hay que calmarse con el tema. No estamos hablando de la última reforma tributaria de la humanidad. Es la reforma tributaria más importante desde la del 90, puede ser, hay que ver la evidencia, pero también puede ocurrir que el gobierno la haga y en unos años más descubra que en realidad faltaron cosas y sobraron otras y no pasa nada. Por lo demás, durante los 24 años anteriores de gobiernos democráticos hubo al menos 10 reformas tributarias chicas, ajustando distintos impuestos y la cosa anduvo bien. Pero también hubo reformas desde el punto de vista normativo, porque los sistemas tributarios tienen una característica y es que como el mercado cambia, a la vez siempre se están encontrando nuevas maneras de eludir y evadir impuestos y, entonces hay que estar siempre haciendo una mantención del sistema tributario, actualizando la legislación y las funciones de Impuestos Internos. No hay vuelta en esto.

“EL FUT DEBE TERMINAR”

Tributaristas dicen que la reforma sube a 35% los impuestos a las empresas por las utilidades reinvertidas y que el gobierno no ha sido claro…

Están equivocados, porque eso es no entender el sistema tributario chileno. En este sistema los que pagan impuestos no son las empresas, sino las personas. El tema con las empresas es cómo se retienen, se provisionan o se anticipan, en algunos casos, impuestos provenientes de las fuentes de ingresos de las personas. Por lo tanto, si un empresario es una persona pobre, que tiene una microempresa y supongamos que incluso no entra a las condiciones especiales que plantea el proyecto, y entonces debe provisionar el 35% y después descubre que está exento del impuesto a la renta personal, a él le van a devolver toda la plata, completa. No corresponde analizar el sistema tributario chileno como si fuera un sistema donde hay impuestos específicos a las empresas que en muchos casos no se aprovisionan contra los impuestos personales, como sí ocurre en el resto de los países Ocde.

Se supone que economistas y abogados tributaristas que plantean eso entienden el sistema…

En Chile los que pagan impuestos son las personas y, por tanto, uno no puede analizar sólo el alza del impuesto a las empresas y las provisiones, que es el 10% adicional que plantea el proyecto, sin considerar todo el sistema. Eso es no entender cómo funciona. Aquí lo que sucede es otra cosa. Lo que pasa es que muchas de las medidas que se proponen tienen básicamente un efecto antielusión, castigan a las personas que eluden impuestos. De hecho, las personas de altos ingresos que no eludían impuestos casi no van a sentir esto.

El ex ministro Andrés Velasco también criticó el proyecto y dijo que la depreciación instantánea sólo beneficiaría a las empresas pequeñas y que no está resuelto el tema para el resto. ¿Qué opina?

Lo primero es que casi todos los que hemos trabajado con él estamos en desacuerdo con él en este tema. Creo que Andrés tiene una objeción técnica y estoy en desacuerdo. Todos los números que me ha mostrado la gente que ha trabajado la reforma revelan que esos efectos nocivos no son tales. O sea, ¿efectivamente es concebible que exista un grupo de empresarios a los que se les van a subir radicalmente los impuestos? Sí, pues, si de eso se trata. Esta reforma se trata de subirle en forma bastante fuerte los impuestos a los empresarios de un cierto tamaño para arriba, eso es así. Si no me equivoco, la simulación da que si funcionan las cosas como están planteadas, a ese grupo de empresarios se les va a duplicar la tasa promedio, va a pasar de un 10% a 20% más menos. ¿Les va a gustar? No les va a gustar, pero hay que aceptar que no podemos tener una reforma que recaude 3% del PIB sin que nadie pague más. No es posible.

Descarta, entonces, un impacto en los proyectos de inversión…

A los empresarios sí les va a afectar, pero se van a tener que adaptar más que enfrentar una tragedia. Acá hay una mirada distinta desde una estrategia de desarrollo que tiene 40 años basada en el capital y la empresa, hacia una estrategia de desarrollo basada en el capital humano y los trabajadores, en las personas. Hay que aceptarlo y bueno, los empresarios van a pagar muchos más impuestos.

Pero es justamente lo que no quieren los detractores del proyecto…

Sí, claro, pero seamos sinceros. Este aumento de la carga tributaria la Presidenta Bachelet lo dijo tal cual en la campaña y ganó las elecciones. Aquí nadie jugó a la escondida con esta reforma tributaria. Ella dijo 3% del PIB clarito.

¿Entonces asegurar que el fin del FUT dañará la inversión y el crecimiento no tienen asidero?

Los efectos de terminar con el FUT, como plantea la reforma, son muy menores a lo que se dice. La evidencia que he visto y estudios de expertos que incluso no participaron de la campaña de Bachelet coinciden en que más de la mitad del FUT es especulación financiera, es decir, que se usa básicamente para invertir en activos financieros y después, alguna parte, no se sabe mucho, porque hay dificultades para trazarlo, se va a incluso al exterior y se usa para otras cosas. De la otra mitad del FUT, algo así como el 80% son grandes empresas que tienen muy buen acceso a los mercados de capitales internacionales y no tienen problemas de liquidez, y una parte muy pequeña son empresas pequeñas y medianas, y pequeñas casi nada. Por lo tanto, si uno tiene una preocupación por la liquidez de las pequeñas empresas e incluso de las medianas, tener todo este forado gigantesco que es el FUT, que es un mecanismo de elusión masivo, es un costo muy grande. Hay maneras más eficientes de resolver el tema, hay otros instrumentos para mejorar el acceso a la liquidez de las pequeñas y medianas empresas que puede desarrollar BancoEstado, Corfo y las distintas agencias de fomento productivo…

¿El FUT ya no tiene cabida?

Cuando se partió con el FUT no existía un mercado de capitales como el que tenemos hoy y, por tanto, no era factible hacer las elusiones que hoy se hacen a través de este mecanismo. Es muy probable que al principio el FUT cumpliera con la función para la que se diseñó, porque, además, era un momento en que las empresas chilenas no tenían acceso al mercado de capitales internacional, Chile era un país paria, entonces, claro, las empresas y el país tenían que tratar de hacer las cosas, aguantar, con sus propias finanzas. Pero esa historia ya está muy atrás.

La reforma sigue agudizando las discrepancias entre el progresismo y el mundo más liberal. ¿Cree posible llegar a buen puerto?

Creo que la discusión de la reforma tributaria es una oportunidad para todos los actores políticos. Para el gobierno, los empresarios, los trabajadores, los estudiantes, los movimientos sociales. En un momento en que la política y el empresariado, el Parlamento y Sanhattan, están desprestigiados frente a ciudadanía, esos actores deben ser capaces de dialogar de una manera constructiva, llegar a acuerdos y lograr implementar las cosas por las cuales los ciudadanos votaron. Les va a servir para validarse como actores públicos y, por ende, les va a permitir a futuro plantear estos otros desafíos igual de grandes.