En la década de los 60, un pequeño pueblo de los Estados Unidos llamó la atención de médicos, científicos y sociólogos: nadie entendía por qué, pero los habitantes del lugar tenían una tasa de infarto agudo de miocardio (ataque al corazón, coloquialmente), cercana a la mitad que otras zonas, incluyendo villas vecinas prácticamente idénticas. La salud general de los habitantes de Roseto, era, por cierto, envidiable.