No solo el confinamiento y la sobrecarga en los hogares. La «sensación de incontrolabilidad» que ha traído la emergencia “es un caldo de cultivo para problemas psicológicos”, advierte una experta.
El impacto de la pandemia en la salud mental de la población se ha percibido desde el comienzo de la emergencia sanitaria, aunque cada vez está más documentado y ha sido más medido en diferentes estudios. Uno de los últimos –elaborado por Ipsos para el Foro Económico Mundial– da cuenta de que la salud mental de los chilenos es la segunda que más ha empeorado en el mundo durante la pandemia.
Según el sondeo –realizado entre febrero y marzo–, el 56% de los chilenos reconoce que su bienestar emocional y psicológico se ha deteriorado desde que comenzó la crisis, solo por detrás de Turquía (61%) y muy por sobre el promedio global (45%).
Ansiedad, angustia, miedo y hasta dificultades para dormir son algunos de los síntomas que se han intensificado durante la pandemia.
¿Qué es lo que está detrás de todas esas sensaciones? La doctora en Psicología y académica de la Escuela de Psicología UC, Mariana Krause, describe cinco elementos de fondo que explicarían tal nivel de afectación de la salud mental: «Porque estamos frente a una amenaza externa; porque estamos por largo tiempo en una situación de confinamiento, que implica necesariamente una disminución de los contactos; porque vivimos una sobrecarga, en relación al teletrabajo y muchas otras áreas; y todo esto sobre un piso de algo bastante complicado en psicología, que es la sensación de incontrolabilidad».
Sobre esto último, señala que hoy «nosotros tenemos como olas de tsunami: la ola de tsunami de la pandemia, de la recesión económica que viene junto con la pandemia, del cambio climático… y ¿qué podemos hacer frente a esto? Bueno, ‘asegúrate de lavarte las manos y todo va a estar bien’, o sea nada; es una situación muy incontrolable, que no depende de nosotros, eso es un caldo de cultivo para problemas psicológicos».
Niños, jóvenes y mujeres entre los grupos de mayor riesgo
Pero la situación no aqueja a todos por igual, sino que está fuertemente marcada por determinantes sociales. La doctora Krause, quien también es decana de la Facultad de Ciencias Sociales de la UC, realizó una síntesis de distintas encuestas y estudios que se han publicado en el último tiempo sobre el tema –que expuso en el seminario «Pandemia y salud mental», organizado por Icare y transmitido por EmolTV–. Allí identificó a aquellos grupos que tienen mayor riesgo de sufrir un deterioro psicológico en el contexto actual. «Si bien la pandemia nos afecta a todos, nos afecta de manera muy distinta», sostiene.
El primer grupo de riesgo que identifica son los profesionales de la salud, ya que «tienen una alta carga laboral permanente con la pandemia y están expuestos a situaciones traumáticas y muerte, y en condiciones hospitalarias muchas veces de precariedad». Pero además «porque tienen que contener a otros, a los familiares, por ejemplo, de personas que han fallecido, porque ellos mismos están altamente expuestos al contagio y porque muchas veces optan por aislarse de sus familias para contagiarlos», comenta.
También menciona a los niños, y hace ver que «están un poco invisibilizados como grupo de riesgo». «Pero han sufrido una ruptura de las rutinas cotidianas, tienen falta de contacto con sus pares, están viviendo la sobrecarga de los padres, a veces exposición a conflictos y algunas veces a violencia, y un estancamiento en el aprendizaje escolar», apunta.
Otra población de riesgo en este periodo son los jóvenes, pues de por sí «son el grupo etario con mayor sintomatología psicológica, tanto en Chile como en el mundo», lo que está relacionado con «su etapa del desarrollo». «Están en una etapa en que necesitan del contacto con los demás, y tienen un proyecto vital en desarrollo, necesitan proyectar, y eso en una situación de incertidumbre es sumamente difícil», explica.
También las mujeres están más expuestas a padecer estos síntomas. En su caso, porque «la pandemia ha implicado una triple carga» para ellas. «Muchas están insertas laboralmente, tienen la carga dentro del hogar, están a cargo de sus hijos y muchas veces de adultos mayores. Y esto no sería así si tuviésemos un poco más de equidad en los roles de género», señala. A eso se suman situaciones de violencia en los hogares durante el confinamiento.
Las personas de menores ingresos también son un grupo de riesgo de padecer problemas psicológicos en esta época, lo que «tiene que ver con problemas económicos y cesantía, que son agravados por la pandemia», pero «también con dificultades para cumplir con ciertas medidas de protección: no se pueden quedar me casa, tienen trabajos informales que los obligan a salir y, por lo tanto, también están más expuestos al virus», afirma la experta. De hecho, el trabajo aparece como un factor protector de la salud mental durante la pandemia.
No obstante, comenta que hay estudios que muestran una baja en su sintomatología en un momento que «coincide con que ellos empezaron a recibir ayuda del Estado». «Así que ojo, porque las ayudas (del Estado) pueden tener un impacto bastante rápido en la salud mental», señala.
Otro grupo de riesgo son los migrantes, que «ya están en una situación de baja integración social, que se ve aumentada por el confinamiento». Además «muchos de ellos viven en condiciones de hacinamiento, han perdido sus empleos y están en situación de pobreza». Finalmente, están las personas con trastornos psiquiátricos, que «son más vulnerables al quiebre de las rutinas y muchos han sufrido la interrupción de sus tratamientos».
La «resiliencia» de los adultos mayores
Una situación particular ocurre el en caso de los adultos mayores, que la experta no incluye dentro de los grupos más vulnerables en salud mental por la pandemia. Explica que si bien ellos «han estado muy expuestos en términos de su edad a los problemas físicos, graves, que puede causar el virus, en salud mental están en una situación especial». Dice que sí han tenido efectos negativos en su estado psicológico, como síntomas depresivos, aumento de ansiedad y disminución de su inserción laboral, pero que también se ven efectos positivos.
Han mostrado mejoras en su autopercepción, para superar pérdidas, y han desarrollado muchos recursos, como aprender a enfrentar situaciones difíciles en forma creativa», afirma. Pero no solo eso: «en los adultos mayores ha aumentado el uso de Smartphone» durante la pandemia «y lo otro muy interesante es que sus redes sociales –o sea el número de familiares y amigos con los que se tiene contacto– han mejorado durante la pandemia. Entonces, tenemos un grupo social bastante resiliente».
A la luz de estos estos datos, concluye que «la pandemia ha puesto en evidencia lo ineludible de los determinantes sociales de la salud mental; los trastornos psicológicos han evidenciado las inequidades sociales». «Por lo tanto, si queremos prevenir los problemas de salud mental, podemos actuar sobre estas condiciones externas –pobreza, hacinamiento…– que hacen que estas personas sean más vulnerables en términos de la salud mental», señala. Agrega que la pandemia también ha puesto en relieve «la importancia de los vínculos, que nosotros necesitamos estos vínculos para nuestro bienestar, y necesitamos del sentido de comunidad».
Fuente: Emol.com