A fines de octubre, la Organización Mundial de la Salud advirtió sobre un nuevo fenómeno: la fatiga pandémica. Un estado anímico caracterizado por la desmotivación y agotamiento mental, provocado por el constante estado de alerta que nos ha generado el incierto escenario mundial. En Chile, los datos son elocuentes: un 62% de los trabajadores manifiesta sentirse más cansado que el año anterior durante la misma fecha.

Pareciera que el tiempo se congeló desde que comenzó la pandemia. Que, aunque pasen los días, todo sigue igual y que la rutina, implacable, se repite en un loop somnífero simplemente agotador. La directora audiovisual Paula Romaní (24) está aburrida de sentir que las cosas no avanzan. Sus días, cuenta, se hacen cada vez más cuesta arriba. Se cansa al trabajar como si llevara una pesada piedra sobre sus hombros y en las mañanas, le cuesta levantarse o terminar tareas que antes hacía con relativa facilidad.

Su agotamiento comenzó en agosto cuando terminó de postular a los Fondos Audiovisuales que entrega el Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio. Como trabajadora freelance, esa era una buena oportunidad de financiamiento para sus proyectos, lo que la llevó a completar, con dedicación, las cinco postulaciones que tenía planificadas. “Después de eso no me sentía capaz de nada. Estaba agotadísima. Todas las pegas, por muy simples y necesarias que fueran, me daban lata. Solo el pararme y ponerme en la mesa a trabajar, era difícil”, cuenta. Y agrega: “Hay veces donde me quedo apenas en la primera tarea de la lista de cosas que tengo que hacer durante el día. Estoy tan cansada que no avanzo y lo más triste es que empiezo a disfrutar menos las cosas que hago”, relata.

La arquitecta Beatriz Montero (28) comparte esa sensación, aunque su historia partió de una forma diferente. En su caso, cuenta que a inicios de la pandemia le vino un cuadro de angustia y estrés, gatillado por la cesantía del trabajo como independiente y la separación física con su pololo que trabaja como médico en la primera línea del personal de salud. “Para mí fue súper duro porque tiendo a salir mucho a terreno y soy buena para juntarme con amigos. Más encima vivo en Ñuñoa norte, donde tuvimos una de las cuarentenas más largas de Santiago. Entonces me empecé a deprimir y angustiar”, cuenta. Pero, con el tiempo, esas sensaciones comenzaron a mutar. “Ahora estoy con un estado de agote mental constante. Me cuesta levantarme en la mañana, me cuesta dormir y desenchufarme. Y, por sobre todas las cosas, ando súper irritable y cansada todo el día. Tengo buen estado físico porque hago deporte, pero prefiero estar echada, dormir siesta o sentarme”, manifiesta.

A fines del año pasado, la Organización Mundial de la Salud (OMS) advirtió que este fenómeno no sería poco usual y denominó como “fatiga pandémica” al estado anímico caracterizado por la desmotivación y el cansancio emocional, derivado del constante estado de alerta provocado por la crisis sanitaria. “Tal desmotivación es natural y esperada en esta etapa de una crisis. Al comienzo, la mayoría de las personas pueden aprovechar su capacidad de reacción y generar una adaptación mental y física para la supervivencia en situaciones de estrés. Sin embargo, cuando las circunstancias extremas se prolongan, tienen que adoptar un estilo diferente de afrontamiento y la fatiga y la desmotivación puede ser el resultado”, explican en un documento.

Y es que, a nivel general, nuestro sistema nervioso no está acostumbrado a convivir en medio de un escenario incierto, con nuevas pautas de comportamiento y en constante cambio. “En términos evolutivos, nosotros estamos preparados para que venga un animal salvaje y escapar o que venga un auto, y esquivarlo. Pero no estamos preparados para enfrentar esas situaciones estresantes día tras día porque si cambiamos las reglas constantemente, la persona va a terminar desgastada por todo el estrés”, explica la psicóloga y académica de la Universidad Católica, Paula Errázuriz. “El cerebro está más acostumbrado a predecir lo que va a ocurrir, pero lo que ha pasado con el Coronavirus es totalmente incierto. A muchos les ha tocado adaptarse al teletrabajo, con niños estudiando en la casa y en un espacio reducido, sin la posibilidad de salir. Todo eso genera un estrés y cansancio que se va acumulando”, analiza Vania Martínez, psiquiatra y académica de la Universidad de Chile.

Aunque la fatiga pandémica es un fenómeno que empezamos a notar recién hace un par de meses, ya existen algunos datos que han permitido dimensionar el impacto del agotamiento en la salud mental. En la encuesta ¿Cómo cambian las vacaciones con la pandemia?, realizada por la Mutual de Seguridad en conjunto con la empresa Criteria, un 62% de los participantes manifestó sentirse más cansado que el año anterior durante la misma fecha. A eso se suman otros indicadores sobre la materia que, en general, muestran que los chilenos se encuentran con un peor estado de ánimo, más agobiados y con mayores problemas a la hora de conciliar el sueño, en comparación al período anterior al Covid-19.

En un momento tan excepcional como el de la pandemia, muchas de estas reacciones son previsibles. “Esas sintomatologías incluso son adaptativas. Un número menor de personas no ha presentado ningún síntoma, pero la mayoría ha tenido alguna alteración del sueño, se ha sentido más cansada, le ha costado más concentrase o ha tenido menos paciencia. Hay una reacción que es parte de lo esperable”, dice Vania Martínez. Sin embargo, hay que estar atentos para distinguir si se trata de malestares asociados al período de adaptación o si se trata de algo más profundo que requiere de ayuda profesional. “Hay que acudir cuando las dificultades dejan de ser leves y empiezan a interferir en los roles que se hacen habitualmente. Por ejemplo, estoy tan agotada que no puedo con la vida cotidiana, no puedo rendir en el trabajo o no puedo ir a clases. O también cuando uno empieza a ser un riesgo para sí mismo o para otros”, explica Paula Errázuriz.

Estar conscientes respecto a estos estados de ánimo no solo nos va a permitir sobrellevar mejor la vida en pandemia, sino que también nos va a ayudar a mejorar nuestras medidas de cuidado personal. Esto porque, según la OMS, la desmotivación que ha provocado la fatiga mental ha generado que las personas dejen de seguir de manera estricta las recomendaciones entregadas por las autoridades sanitarias, relajando las medidas para protegerse contra el Coronavirus. Un hecho que explica, por ejemplo, las más de 148 fiestas clandestinas que Carabineros ha detectado desde marzo hasta la fecha y las detenciones de 364.509 personas que han incumplido alguna norma decretada por el Ministerio de Salud, desde cordones sanitarios a toques de queda.

Así, una salud mental deteriorada podría generar un comportamiento más irresponsable en torno a las medidas preventivas del virus. Un hecho que también quedó demostrado en el estudio de MOVID-Impact, titulado ¿Cuáles son las barreras para el cuidado en la pandemia en Chile? En el sondeo se analizó la adherencia a las normas de cuidado en relación a los síntomas depresivos y se demostró que, por ejemplo, las personas con esta patología reportaron practicar menos el lavado de manos que quienes no presentaban dichas problemáticas en su salud mental (62% versus 75%).

Para poder sobrellevar mejor la fatiga pandémica o cansancio emocional, lo primero que se recomienda es tener un estilo de vida saludable que de paso a conductas que permitan fortalecer nuestra salud mental. Entre ellas, comer de manera saludable, realizar actividad física, tratar de dormir lo suficiente, darse espacios de ocio y recreación o realizar pausas en el trabajo. “También, cuando se pueda, salir a dar una vuelta y tomar aire para recrearse. Lo importante es tomar un descanso físico y psicológico adecuado, con acciones concretas que nos ayuden a tener un mayor bienestar”, explica Belen Vallejos, psicóloga de la Mutual de Seguridad.

En esa línea, una de las técnicas que podría ayudar para fortalecer la relajación es la práctica de la meditación. En Psiconecta.org, una plataforma colaborativa que difunde material de apoyo sobre salud mental, hay una serie de ejercicios gratuitos para bajar la ansiedad y estrés durante este período. “Independiente del momento en el que uno esté, hay que ver cómo uno percibe esa situación. Y el mindfulness ayuda mucho en eso porque nos permite relajarnos y tener menos desgaste para así poder seguir cuidándonos”, dice Paula Errázuriz, una de las fundadoras de la plataforma.

Lo ideal, entonces, es poder descansar emocionalmente, más allá de los espacios físicos en los que nos ubiquemos. Despegarnos del celular, encontrar un espacio para leer un libro o cocinar algo que nos guste. Y no olvidar el mantener el contacto con las redes de apoyo, ya sea parejas, amigos o familia. “Hay que hacer momentos de separación entre el trabajo y la vida personal. Y hay que disfrutar esos encuentros saludables con quienes vivimos. La idea también es ayudarnos con la tecnología para mantenernos en contacto con los demás para que el aislamiento sea físico, pero no social”, finaliza Vallejos.

 

Fuente: La Tercera