Alarmas sonoras para ciegos o sistemas de evacuación especiales para personas con movilidad reducida son algunas de las prácticas que de a poco se aplican en los lugares de trabajo para evitar accidentes. Pero -según los expertos- la clave está en un cambio cultural.

 

‘Huele a Peligro’ fue el slogan utilizado por una campaña de la Asociación Chilena de Seguridad (ACHS) durante marzo, tomando en cuenta que los accidentes laborales aumentan cerca de un 12% ese mes.

Pero el problema puede ser aún mayor para personas que poseen alguna discapacidad, si es que los lugares de trabajo no son adecuados o bien, para embarazadas o adultos mayores, tomando en cuenta que es mucho más fácil que estos grupos sufran accidentes.

Según un estudio realizado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) anualmente se producen en el mundo 47,3 millones de caídas, de las cuales 424.000 terminan en muertes, mayoritariamente en mayores de 65 años. Las lesiones relacionadas con las caídas tienen un costo económico importante dependiendo de cada país, según esta entidad. Por ejemplo, por cada una relacionada a mayores de 65 años, el costo promedio es de US$3.611 en Finlandia y US$1.049 en Australia.

Por eso que a nivel laboral, aparte de tener espacios de accesibilidad universal para grupos con movilidad reducida y evitar este tipo de caídas, en algunas ocasiones, simplemente la legislación limita ciertos tipos de trabajo a estos segmentos. Por ejemplo la Ley Nº 20.001 que regula el peso máximo de carga humana en el trabajo -conocida también como ‘Ley del Saco’- indica tajantemente. ‘En el caso de las mujeres embarazadas, tienen prohibidas las operaciones de carga y descarga manual’.

Comprensión del mensaje

Actualmente, las compañías están cada vez desarrollando políticas y prácticas más inclusivas con respecto a la seguridad, que incluye no sólo la accesibilidad, sino otra serie de parámetros para evitar accidentes. ‘En la actualidad la única forma de abordar correctamente la seguridad laboral es hacerlo bajo una mirada de respeto hacia la diversidad de todos los trabajadores que participan en la empresa. Esto se refiere a considerar en los planes de prevención de riesgos un amplio universo de trabajadores que tienen características, necesidades y perfil de respuesta distintos a situaciones de riesgo y control como por ejemplo: diferencias de peso, estatura, género, discapacidad y también el idioma’, indica Isabel Meneses, jefa de Terapia Ocupacional del Hospital del Trabajador ACHS.

Por esta razón, las empresas deben asegurarse no solo de la accesibilidad de los entornos físicos (áreas de trabajo, casino, accesos externos, etc.) sino también que la información llegue a todos utilizando los medios necesarios. Por ejemplo en planes de emergencia y evacuación se deben utilizar diversos sistemas de alertas, como alarmas sonoras para personas ciegas, alarmas visuales para aquellas personas con discapacidad auditiva, sistema de comunicación específicos, diferentes idiomas, etc.

Por otro lado -indica Meneses- ‘si se utiliza material escrito para informar sobre posibles riesgos en un puesto de trabajo, se debe tener en cuenta que las personas ciegas requerirán material en versión Braille, para asegurar que el mensaje sea recibido y comprendido con éxito’.

Prácticas inclusivas

Por su parte, Paz García, directora del Área Psicosocial de Mutual de Seguridad CChC, opina que la clave de una seguridad más inclusiva es partir de la base que no existe un problema específico, porque todas las personas tienen necesidades distintas. ‘Dentro del apoyo que le damos a las empresas, entregamos una formación en cultura inclusiva, la que aborda de manera conjunta las barreras actitudinales, junto con una prevención de riesgos que incluye una perspectiva de personas con discapacidad’, comenta García.

Entre los elementos que desarrollan están por ejemplo: planes de evacuación que incluyan sistemas de alarmas audibles y visuales o capacitación a monitores en equipos de trabajo que tengan conocimiento de necesidades específicas, además de creación de ascensores con sistema braille, mapas de riesgo, etc.

Incluso, esta entidad fue destacada recientemente por sus acciones relacionadas con estrategias exitosas de inclusión para personas que han sufrido un accidente del trabajo con el premio ‘Prácticas innovadoras’, que entrega anualmente Zero Project a organismos e instituciones que incorporan acciones pro inclusión laboral.

El premio fue entregado por el Modelo de Atención Integral de Salud (MAIS), que atendió a 7.400 trabajadores el 2016. 3.000 recibieron apoyo en el proceso de retorno al trabajo, de los cuales cerca de 2.000 fueron reintegrados dentro de sus empresas anteriores, mientras que otras 900 personas participaron del programa de apoyo al emprendimiento y están en transición para convertirse en autónomos. El 13% recibió apoyo financiero para desarrollar sus emprendimientos, y aproximadamente 1.700 empresas fueron sensibilizadas y apoyadas para transformarse en empresas inclusivas.

 

Fuente: Pulso