Hjernevask. Ese es el nombre de la serie documental de investigación en donde el noruego Harald Eia contrapone las posturas de científicos de diversa índole, especialmente vinculados con teorías de género o la construcción social de la realidad, pero también desde la inmanencia biológica y una serie de otras fuentes del conocimiento, con el fin de resolver un fenómeno social que “extrañamente” ocurre en su país.

Hjernevaskse puede traducir como “lavado de cerebro” y su primer capítulo se titula “La paradoja de la igualdad de género”, el cual nos entrega ciertas luces para pensar cómo podemos seguir el ejemplo escandinavo y construir una sociedad mejor.

El documentalista estaba intrigado al ver, por un lado, cómo Noruega lideraba los rankings mundiales de igualdad en este campo del desarrollo, pero al mismo tiempo notaba que los hombres y mujeres de ese igualitario país continuaban optando, abrumadoramente, por seguir carreras u oficios fuertemente segregados según el género. Nadie entendía muy bien por qué, pero cerca del 90% de quienes se dedicaban a la enfermería seguían siendo mujeres, cerca del 90% de quienes estudiaban ingeniería seguían siendo hombres… invariablemente desde los años 80 y a pesar de los enormes esfuerzos del gobierno por balancear la situación.

Para buscar una respuesta razonable a esta “paradoja noruega”, donde la repartición de género en el mercado laboral es marcadamente estable, Harald Eia parte por descartar, y de acuerdo a la experiencia de gente vinculada al gobierno,que esto tenga que ver con la discriminación o el machismo. Luego sigue ahondando en sus preguntas, entrevistando a expertos investigadores en la materia de varios países, viajando de un lado a otro por una solución.

La inmensa mayoría de las posturas de los investigadores noruegos apuntaban a que no es relevante analizar las diferencias en la estructura cerebral entre hombres y mujeres, pues en principio serían idénticas.

Que no existen diferencias de género innatas que expliquen por qué a las personas les interesan cosas distintas según el género, sino que se debe más a la influencia cultural y a las expectativas que se forjan desde el primer día de vida. En la práctica, ningún padre trata exactamente igual a un hijo que a una hija, por más progresista que quiera parecer.

Esas diferencias en el trato y la influencia de la sociedad, dicen, son las que determinan, siguiendo el ejemplo, que los hombres se inclinen hacia la ingeniería (técnico-mecánico) y las mujeres hacia la enfermería (trato cara a cara con las personas). Si fueran tratados y estimulados de la misma manera, estas diferencias en los gustos desaparecerían.

En la otra vereda, científicos estadounidenses, británicos y también uno que otro noruego, creen que la variable biológica sí que juega un papel clave para entender por qué se producen diferencias en los intereses de las personas según el género, incomodando a la institucionalidad noruega.

Se muestran experimentos donde se ve cómo niños y niñas, a muy temprana edad, ya se inclinan por imágenes, objetos o juguetes “masculinos” y “femeninos”, respectivamente. Es decir, tienen esa predisposición antes de verse influenciados socio-culturalmente. Entre otras cosas, estas diferencias se podrían deber a la producción de hormonas y cómo éstas se relacionan con la programación cerebral, o cómo el sistema reproductivo está estrechamente ligado con el cerebro. El mero hecho de que por milenios las mujeres den a luz, cuiden y amamanten a sus hijos, ya da ciertos indicios de por qué se distinguen, en general, en ser más empáticas que los hombres.

Naturalmente, estas posturas eran tildadas de anticuadas u obsoletas por los teóricos de género noruegos. Que no tienen fundamento científico, que son mediocres, respondían.

Sin embargo, los efectos de este documental fueron tan gravitantes, que varios gobiernosescandinavosterminaron por dar un giro y hacer drásticos recortes a los fondos que por décadas se traspasaban a las instituciones focalizadas en los estudios de género y en fomentar la igualdad o igualitarismo total entre los mismos.Con ello, se terminó por invalidar una postura histórica que los escandinavos venían impregnando en buena parte de sus políticas sociales, dando brote a una nueva mirada.

No es razonable basar nuestros puntos de vista en uno u otro estudio, sino en patrones de resultados. Pero los invito a ver esta novedosa y divertida serie documental para que se formen su propia opinión, sin prejuicios, agendas o intereses creados.

Da para revisar temas como que un sistema de cuoteo por género, en cualquier ámbito, no es del todo recomendable. Ni en el ámbito público ni en el privado.No parece necesario darle un enfoque de género circunscrito sólo en las construcciones sociales a cada aspecto sobre el que se hable o política social que se quiera implementar, tratando de igualar aspectos que, por naturaleza, no son iguales.

La libertad está ligada con la igualdad de elegir entre opciones, no con una igualdad cuantitativa o de cuotas prefijadas. La igualdad numérica no es lo mismo que la igualdad de oportunidades, que es a lo que realmente se debe apuntar.

En una sociedad libre e igualitaria (Noruega), concluyen, hombres y mujeres se vuelven “desiguales”, porque tienen la oportunidad de seguir sus propios intereses: pueden dedicarse, básicamente, a lo que quieran. Y como por naturaleza tienen intereses disímiles según el género (las escuelas de enfermería se llenan de mujeres; las de ingeniería, de hombres), la “paradoja noruega”sí tiene solución y nada tiene de malo, a priori, que existan diferencias numéricas condicionadas por el género.

Estas diferencias no sólo están determinadas por la manera en que hombres y mujeres se relacionan entre sí y cuál es el rol que, se supone, cada uno debe cumplir. No sólo se le puede atribuir a una visión patriarcal o jerarquizada que oprime a la mujer, sino que la variable biológica tiene un peso importante que luego se va moldeando, hasta cierto punto, por la sociedad.

Ampliemos la mirada sin quedarnos con la superficialidad de los números. Sigamos el ejemplo noruego y ocupemos nuestro tiempo en cambiar las cosas que sí son importantes y no las nimiedades que a tantos les gusta publicar en los titulares de los diarios como si se tratase de triunfos para la igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres, pues en verdad no lo son.

 

Columna de Ernesto Evans, Presidente de la Asociación de Mutuales

Fuente: Cooperativa