Un 46% de los trabajadores considera estas prácticas como las más irritables

Si bien hay responsabilidades personales, en ocasiones las empresas también estimulan la aparición de estas malas conductas. El rol de las jefaturas pasa a ser clave en la resolución de los conflictos.

Por María de los Ángeles Pattillo.

En la actualidad, las empresas prefieren oficinas abiertas donde los espacios entre los trabajadores se superponen, una distribución que, según los expertos, estimula una mayor colaboración al interior de las organizaciones. «Ya no están encerrados entre cuatro paredes haciendo una labor que nadie más sabe. Ahora lo que se busca es compartir el conocimiento», señala el gerente general de Trabajando.com, Álvaro Vargas.

Sin embargo, la psicóloga laboral de la UC, Regina Funk, advierte que esta nueva disposición también tiene sus costos: «Las personas tienen que habituarse a tener cada vez menos privacidad laboral y social. Ello influye en el trabajo, pero también afecta la calidad de las relaciones interpersonales, en las cuales hasta puede decirse que ha habido un debilitamiento».

Trabajando.com hizo un levantamiento a 1.500 personas sobre las conductas que más molestan en el día a día laboral. La postergación constante de tareas fue consignada como el hábito más desagradable, con el 23% de las respuestas. «Tendemos a tener relaciones laborales más colaborativas y si uno de esos eslabones no contribuye de forma eficiente, haciéndose cargo de su porción de responsabilidad, cae muy mal porque liquida la cadena completa de productividad», señala María Eugenia López, gerenta del área de servicios de gestión de personas de PwC Chile.

Otra actitud igual de irritante, según Trabajando.com, es el quejarse constantemente de la jefatura, del trabajo u otros compañeros (23%). «Cuando alguien se queja habitualmente lo comunica a sus cercanos, pero no toma acciones para corregir lo que le molesta, lo que termina por cansar», dice el psicólogo laboral de la UDP, Rodrigo Gálvez.

Para López hay sobre todo un problema cultural detrás. «Actualmente hay un desequilibrio dentro del ambiente laboral, donde los trabajadores sienten que tienen más derechos que deberes, y se sienten más disconformes con lo que está pasando al interior de la organización. Antes se daba una instrucción y la persona la cumplía, hoy es otro el contexto sobre el cual se formulan las relaciones laborales».

Otro actor responsable es la propia empresa, advierte el sociólogo y director del centro para la experimentación social de la Usach, Juan Carlos Oyanedel. «Cuando la compañía no tiene los canales adecuados para comunicar los conflictos, no cuenta con sistemas de control adecuados y no hay visibilidad de ellos, se facilita que estos reclamos se desarrollen. La persona empieza a pelear sola y a comunicarlo al resto de la organización, generalmente a los compañeros directos de trabajo», dice.

Otra conducta considerada fastidiosa es la falta de modales, hacer ruidos molestos o tener mal lenguaje corporal. Estas problemáticas -de una base más social- muchas veces tienen que ver con una disociación entre los trabajadores y la cultura de la empresa, asegura Oyanedel. «Las características de la organización son las que determinan finalmente qué prácticas son aceptadas o no», dice. Llevándolo a un extremo, actitudes consideradas como correctas en una constructora pueden provocar desagrado en un estudio de abogados, por ejemplo.

En esa línea, Vargas destaca que la clave para disminuir las prácticas consideradas molestas por los trabajadores pasa justamente por la selección de los mismos: «Hay que escoger a la gente adecuada, que se ajuste a la cultura de la organización, para que ante situaciones que generen ruido permitan a la empresa intervenir».

Sin embargo, López advierte que estos problemas de base social son los más difíciles de abordar: «Son temas más sensibles donde es más complejo acercarse a los involucrados pues pueden herirse sensibilidades. Ahí viene el rol del liderazgo».

El protagonismo de las jefaturas es un tema clave, coincide María Ester Feres, directora del centro de relaciones laborales de la Universidad Central y ex directora de la DT. «Con un buen líder, gran parte de estos pecados laborales detectados en la encuesta se moderarían y algunos, incluso, desaparecerían».

A juicio de Gálvez, más que protocolos o controles, se necesitan espacios para plantear y abordar los problemas: «La comunicación más informal entrega espacios para descomprimir ambientes. Muchos líderes creen que pierden autoridad, pero finalmente hace que los equipos logren mejores desempeños».

Pero aunque los buenos líderes y las instancias de comunicación ayudan a aminorar las conductas molestas, López estima que estos escenarios que impactan el clima laboral debieran ser cada vez más comunes. «Cada persona es distinta y en una cultura muy inclusiva como la actual, hay que abrirse cada vez más en el ámbito laboral», señala la ejecutiva.

Falta de autocrítica afecta entorno
En el estudio de Trabajando.com se les preguntó a las personas con qué conducta molesta se sentían identificados. El 33% respondió que su «pecado laboral» es ser excesivamente eficiente. «En esta cultura mucho más crítica, los problemas no tienen que ver con uno sino que con el entorno, el jefe y la empresa. Siempre hay alguien para echarle la culpa», señala María Eugenia López, de PwC Chile.

Esta falta de autocrítica afecta fuertemente el trabajo colaborativo, advierte el psicólogo laboral de la Usach, Raúl Berrios: «Mucha gente no tiene idea de cuáles son sus debilidades y eso es un problema porque si no se reconoce qué se hace mal, es difícil aceptar la ayuda del compañero de trabajo».

Trabajadores complementarios generan ambientes sanos
Para el sociólogo Juan Carlos Oyanedel, los ambientes más sanos no se logran necesariamente entre trabajadores muy parecidos: «Si en un equipo hay gente de competencias similares, lo más probable es que se generen espacios de competencia pues alguno va a querer ser el líder. Lo importante no es qué tan semejante es la gente, sino qué tan complementarios son», afirma.

Según Álvaro Vargas, de Trabajando.com., la actual convivencia de tres generaciones – baby boomers , X e Y- podría ser un factor que impulse la aparición de molestias de unos con otros. «Cada generación tiene objetivos y visiones distintas del trabajo. La gente de mayor edad es mucho más formal en el trato y conservadora, mientras que los jóvenes tienden a mezclar más lo lúdico», señala.