Salud mental de afectados por aluviones en el norte:

• Según el jefe de la unidad de Psicotrauma del Hospital del Trabajador ACHS, Rodrigo Gillibrand, cerca de un 15% de los damnificados podrían desarrollar síntomas que ameriten tratamiento especializado.

• El psiquiatra aconseja informar a los niños y adultos mayores acerca de lo que sucede y explicarles lo complicado de la situación, pero sin exponer a los pequeños a imágenes muy dramáticas.

A más de una semana de los aluviones en el norte del país, los expertos advierten sobre la aparición de complicaciones en la salud mental de los afectados, que deben ser tratadas de inmediato para evitar consecuencias futuras. El jefe de la unidad de Psicotrauma del Hospital del Trabajador ACHS, Rodrigo Gillibrand, recomienda no sobrediagnosticar, pero estar atentos a ciertos síntomas para consultar a un especialista.
Es el caso de las crisis de pánico, que consisten en la máxima expresión de ansiedad. Cuando ocurren en forma repetida, puede significar la presencia de una enfermedad y ameritar el tratamiento especializado, tanto con terapia psicológica como con fármacos.
El especialista explica que estas crisis se producen por un descontrol de la química del cerebro, lo que también está relacionado con el ambiente en el cual nos movemos, especialmente ante grandes estresores, como son las catástrofes naturales, ya que cambian la rutina y generan incertidumbre. “Un desastre de esta magnitud puede ser causante de una serie de sentimientos y emociones y la mayor parte de ellas serán normales o adaptativas ante un evento que no podemos controlar: ansiedad, temor, dificultades para estar tranquilo o para dormir”, señala Gillibrand. Agrega que aproximadamente el 15% de las personas que viven un desastre pueden desarrollar síntomas o trastornos que ameriten un tratamiento.
¿Cómo detectar una crisis de pánico?
• Las crisis de pánico son un cúmulo de síntomas de presentación súbita, que se caracteriza por taquicardia o palpitaciones, sensación de falta de aire, temblores en el cuerpo, mareos, desvanecimiento, temor intenso, sensación de que se va a perder el control o que uno podría perder la razón, ganas de salir arrancando y desesperación.
• Otras formas también pueden incluir llanto descontrolado y síntomas físicos, como desmayos.

• La crisis de pánico es muy intensa y se diferencia claramente de la ansiedad normal, caracterizada por intranquilidad, preocupación, alteraciones del sueño, etc.
• La crisis de pánico es limitada en el tiempo, y habitualmente su intensidad máxima dura solo algunos minutos.

“Los damnificados no son víctimas pasivas”
El psiquiatra Rodrigo Gillibrand explica que algunas personas experimentarán lo que en términos coloquiales se podría llamar ‘estrés post aluvión’, “pero no hay que considerarlo como un diagnóstico o una enfermedad, sino como una respuesta esperable, adaptativa y transitoria”, advierte. Sin embargo, es fundamental observar síntomas como alteraciones en el sueño, angustia y llanto desmedido, sobre todo si se presentan o persisten después de un mes de ocurrido el evento o si se percibe como un problema severo e invalidante; en ese caso estaríamos frente a un cuadro de estrés postraumático, que requiere tratamiento psiquiátrico.
Para el experto del Hospital del Trabajador ACHS, hay que hacer frente a la emergencia sin minimizar la gravedad de lo ocurrido. En este sentido, recomienda que a los niños y adultos mayores, se les informe acerca de lo que sucede y se les explique lo complicado de la situación, pero sin exponer a los pequeños a imágenes muy dramáticas. “Debemos intentar modular las respuestas emocionales extremas, o en su defecto, que otro adulto tome el rol de figura de protección transitoria para el niño mientras el adulto afectado retoma ciertos niveles de serenidad, para darle seguridad”. Se recomienda la generación de rutinas en los albergues, crear escuelas y hacer distintas actividades.
En referencia al conjunto de afectados, el especialista asegura que ellos mismos son fundamentales para salir adelante: “En este primer momento, los damnificados necesitan ayuda empática y práctica para las necesidades más básicas; lograr tener alguna comunicación, hacer redes en los grupos, ayudar a organizar a las personas que están en los albergues. Ellos no son víctimas pasivas, son agentes activos en su recuperación, necesitan un seguimiento, es importante que cuenten unos con otros, que logren compartir sus experiencias por fuertes que éstas sean para sanar y amortiguar el dolor que significa la pérdida del hogar y de seres queridos. El duelo duele, pueden necesitar una contención, apoyo empático, prevenir el aislamiento”.
Además, se debe fomentar un regreso paulatino a la rutina, cuidando la comunicación estrecha con sus seres queridos. Es necesario retomar la actividad normal dentro de lo que la crisis global lo permita. Se ha demostrado que el apoyo social y la rápida vuelta a las actividades habituales (colegio, trabajo) llevan a una recuperación emocional más rápida. Como sociedad, la recomendación es generar apoyo y contención hacia los damnificados, porque el impacto de una catástrofe de este tipo se extiende no sólo directamente a ellos, sino que en otro grado a sus familiares, a voluntarios, a la prensa, etc.