Déficit en hospitales reduce su capacidad de atención:

Problemas afectan tanto al sector público como a las empresas privadas que trabajan en la atención prehospitalaria.

Por Nadia Cabello y René Olivares.

Con $120 mil millones de inversión el Gobierno espera duplicar el número de ambulancias del sistema público de salud a 2018, para totalizar 1.900 vehículos en el país y lograr que ninguno de estos tenga más de tres años de antigüedad. Pero a juicio de quienes trabajan en la atención prehospitalaria, si bien ese programa ayudará a mejorar sus condiciones de trabajo, no solucionará todos sus problemas.

El principal inconveniente que enfrentan, aseguran en la Asociación Nacional de Reanimadores de Chile (Anrech), son las horas de espera que están obligadas a pasar las ambulancias en los estacionamientos de los hospitales esperando que encuentren una cama para el paciente que trasladan o al especialista que lo atienda.

Marco San Martín, miembro del directorio de la agrupación gremial, explica que «por protocolo, nosotros entramos al paciente en nuestra camilla a la urgencia, le hacen las primeras pruebas y después lo tienen que hospitalizar ahí o hacer exámenes para saber si se va o no. Nosotros estamos obligados a esperar hasta que eso pase y ahí pueden pasar varias horas porque en el sistema público no hay camas, no está el médico que se necesita o los equipos para hacer los exámenes están ocupados. En todo ese rato, nosotros no nos podemos ir».

Según el dirigente gremial, ese tiempo de espera va entre tres y 12 horas e incluso «ha habido veces, las menos eso sí, que una ambulancia ha estado 24 horas parada en un estacionamiento». Es un «tiempo de ocio», admite San Martín, durante el cual «si hay una emergencia no podemos llegar porque no podemos irnos sin camilla o dejar al paciente botado».

Esta situación no afecta solo al sector público. La directora médica de la Unidad Coronaria Móvil, Carolina Cerón, explica que «muchas veces los cambios de turnos (del personal) deben realizarse en las unidades de urgencia, porque las ambulancias están esperando al paciente».

A ese tiempo que pasan estacionados se le suman los viajes en que las ambulancias no están llevando a pacientes de urgencia, sino trasladando a quienes son derivados de un recinto a otro. «En un día, hasta el 60% de nuestros viajes los pasamos en eso», cuenta San Martín.

En el sector privado la situación, en ese sentido, es distinta, ya que siempre llevan un médico a bordo de sus vehículos, «por lo que se evalúa siempre la pertinencia de trasladar o no a un paciente por criterios médicos o por la necesidad que tengan las familias». Según Cerón, todos estos vehículos «son como una sala de reanimación de un servicio de urgencia», aunque de todas las llamadas que reciben, solo el 2% corresponde a casos de urgencias con compromiso vital.

También existen diferencias en cuanto al parque. Mientras todo el SAMU Metropolitano tiene 20 ambulancias básicas y 17 avanzadas (para aproximadamente cinco millones de potenciales usuarios), en la Unidad Coronaria Móvil tienen 20 móviles para la población asegurada, que evitan revelar, pero que reconocen es mucho menor. El estándar de la Organización Mundial de la Salud (OMS) es de una ambulancia avanzada por cada 50 mil habitantes. La tasa en la capital es de 0,1 vehículos públicos por cada 50 mil habitantes.

En la Anrech explican que el SAMU Metropolitano tiene otras ocho ambulancias «de reserva», que están equipadas y en buen estado, listas para partir a una emergencia, pero no hay personal disponible que las pueda usar si es que es necesario.

17
vehículos avanzados, para atender pacientes con males complejos, tiene el SAMU Metropolitano. Hay otros 20 con equipamiento básico.

20
ambulancias de alta complejidad tiene disponibles para la capital y Valparaíso solo una de las empresas privadas del rubro.