Cuenta la mitología griega que la diosa Eos, muy enamorada del mortal Titono, pidió a Zeus que le concediera la inmortalidad al galán, a la accedió. Al pasar los años no moría, pero envejecía cada vez más, hasta quedar finalmente reducido a un grillo, según algunas versiones. Al quejarse Eos ante Zeus, éste le respondió: le di vida, pero no juventud eterna.

 

El síndrome de Titono ocurre en los diversos intentos por establecer la obligación de cotizar para trabajadores independientes: hasta la fecha, sólo es una medida cada vez más envejecida, desgastada, pero que se resiste a morir. Fundamentalmente porque tiene dificultades que no han sido abordadas integralmente.

 

Esta obligación de cotizar anualmente es para pensiones, salud, accidentes del trabajo y enfermedades profesionales. Existe desde el año 2012 y ha sido pensada, fundamentalmente, para quienes emiten boletas de honorarios. Y después de algunas postergaciones, es obligatorio el 2018. Pero en la última cuenta pública, el Presidente anunció la incorporación gradual de los independientes al sistema de cotizaciones. O sea, nuevamente será aplazada la obligación, al menos de forma completa.

 

Surgen varias interrogantes, porque bajo la propia definición de “independientes” nos encontramos con personas que tienen un empleo remunerado, pero también emiten boletas; otros que boletean permanentemente, como ocurre con la conocida figura de los llamados ‘trabajadores a honorarios’, muy comunes de la administración pública.

 

Así las cosas, lo primero que no sabemos es cuántos son. De acuerdo con la información del SII, en 2016 se registró un total de 373.838 declaraciones de boletas de honorarios en el sector público, correspondientes, en parte importante, a trabajadores de la administración pública y municipalidades. Sin embargo, no existe un registro único que permita dimensionar precisamente la cantidad, y es urgente construirlo.

 

Un segundo tema es que, según datos oficiales, en el 2017 se sumaron 109 mil nuevos trabajadores por cuenta propia, pero sólo un 6% de ellos ahorra para su jubilación, lo que, probablemente, sea resultado de la percepción que se tiene del sistema: que no existe una proporcionalidad entre lo que se paga y lo que se recibe.

 

Y esto último nos lleva a un tercer aspecto clave: ¿por qué estoy cotizando? La evidencia señala que no existen dudas del conocimiento sobre el sistema de AFP, considerando porcentajes de descuento y cotizaciones. Pero ¿qué ocurre con Salud y Accidentes del trabajo? ¿cómo opera el sistema para cubrirnos por las contingencias que ocurrirán en el futuro?

 

La última interrogante es cómo se harán las diferenciaciones en la tasa de cotización. Si la regla para los empleadores es subirles la tasa por los accidentes ocurridos en un período determinado, ¿la afiliación de independientes también consideraría los aumentos de tasa? Esta medida no ha sido prevista, y debería estar contenida en el proyecto de Ley que se enviaría en 60 días, según la cuenta pública 2018. No son temas de fácil solución, pero sí los mínimos a resolver para que la incorporación de los independientes a la seguridad social no sea una medida vetusta al filo de convertirse en insecto.

Columna de Ernesto Evans, Presidente de la Asociación de Mutuales.

Fuente: La Segunda